El bar de la esquina

Antonio Reyes

De herencias políticas

Mi vómito habitual que esparzo en Extra Jaén para que no me dé una úlcera

Aburre y cansa mucho la cantinela, la mala fe y la falta de estrategia política de seguir utilizando a la banda terrorista como arma electoral, cuando se la derrotó con las herramientas del estado de derecho. A las familias de las víctimas les duele la boca de pedir que dejen de utilizar su dolor para lograr beneficio político, pero ni por esas. «Herederos de ETA», «filoetarras», y hasta ahí todo su vocabulario. ETA está enterrada y vencida, punto. Su parte política decidió en su momento lo que la mayoría de ciudadanos pedían con buen criterio: dejar las armas, cumplir sus condenas (quienes las tuvieran), pedir perdón y trabajar por sus ideas como cualquier otro partido, desde dentro, amparados por las reglas democráticas. España vivió una nueva transición cuando la banda terrorista se vio derrotada y abandonó el camino del terror. Una segunda transición que no contó con el beneplácito de quienes SÍ se beneficiaron de la primera porque, que no se nos olvide, el Partido Popular nació de las ascuas, que no cenizas, del franquismo, ya que un día sus fundadores se acostaron franquistas y al día siguiente eran tan demócratas como el que más.

¿Podemos decir que quienes forman el Partido Popular son «filofascistas», «herederos de Franco», «cómplices de los asesinos de la dictadura»? Si utilizamos sus propios argumentos, por supuesto que lo podemos decir. ¿Deberíamos entonces ilegalizar este partido como muchas voces piden que se haga con Bildu? Recurriendo de nuevo a sus propias palabras, deberíamos. La tan afamada transición española no fue lo que nos han hecho creer. Quienes la defienden a capa y espada hablan de «perdón», de «la necesidad de dejar atrás el horror de la dictadura» y de las «alturas de miras que tuvo la sociedad española», eufemismos para no explicar que comulgamos con ruedas de molino. Pero claro, quienes más la defendieron entonces y ahora son los que más tienen que ocultar, porque sobre los pilares de la dictadura edificaron un partido político que en su foro más interno mantiene viva la llama del ferrolano. Da verdadero asco ver cómo remueven una y otra para beneficio propio el dolor de una tierra que renació al morir ETA. Alguien debería pararles los pies y cantarles de una vez las verdades del barquero. Quizá ha llegado el momento de referirnos a esta gente de la misma forma que ellos llaman a los que democráticamente ocupan escaños en el Congreso (sin delitos de sangre) y listas en elecciones municipales (con delitos de sangre), aunque a muchos esto último nos parezca de una gran falta dignidad (lo mismo que tantos exfranquistas se sentaron en un escaño al llegar la democracia). Si Bildu es heredera de ETA, el Partido Popular lo es de Franco, porque su fundador fue ministro suyo. Bueno, su fundador y todos los que impulsaron su creación.

Pero sigamos un poco más allá, que vamos cuestas abajo y sin frenos. ¿Dónde militaban quienes fundaron el nuevo partido verde? Efectivamente. Estaban camuflados en el partido que más se acercaba a sus ideales, unos ocupando cargos y otros apoyando desde la sombra. Algunos en el partido Popular, otros en Fuerza Nueva y los de más allá en España 2000. ¿Qué personas con ideales franquistas votan al Partido Popular? Pues es sencillo: aquellos que saben cómo surgió y conocen perfectamente a los dirigentes que lo componen y sus árboles genealógicos. El franquismo propició la aparición de grandes empresas constructoras en España, familias todopoderosas que se hicieron millonarias bajo el abrigo del dictador y que hoy día siguen el camino de ser ellas y solo ellas quienes manejan el cotarro entre bambalinas. Son empresas que ni quieren a España ni a los españoles, les jode como a nadie la democracia y el hecho de tener que pagar mordidas para lograr contratos públicos, pero a esto están acostumbrados desde la época del dictador. Y bueno, si les pides que paguen sus impuestos aquí como cualquier hijo de vecino, se cruzan de brazos, hacen pucheros y se largan a Países Bajos a establecer su sede fiscal con la defensa a ultranza de los dos partidos que les cubren las espaldas. Esos son los amantes de España, los que engordaron durante la dictadura y todavía hoy son defendidos hasta la muerte por la mitad del espectro político con la cantinela de que generan riqueza. Sí, lo he dicho bien: amantes. Ya sabemos todos lo que significa esa palabra.  



Escribo esto a rebufo de la entrevista que el presentador más afamado de la Cope le hizo al expresidente Rodríguez Zapatero (pegó algún patinazo, que también hay que decirlo). La verdad es que llevaba tiempo esperando un rapapolvos así al locutor de la cadena de la Conferencia Episcopal, un personaje que tiene la suerte de cobrar una millonada por temporada. Una millonada que le paga la Iglesia, esa misma que te pide que marques la casilla de la Renta para seguir con sus funciones de ayuda a los más necesitados. «Por ellos, por ti, por tantos», dicen. ZP se desahogó de una vez y dijo todo lo que tenía que decir sobre ETA y el uso partidista del Partido Popular sin miedo y sin tapujos, pero me hubiese gustado que le echara en cara a su entrevistador cuando el locutor estrella de esta emisora, al anunciar la banda terrorista su fin definitivo y celebrarlo muchos políticos vascos en un mitin donde se dejaron caer lágrimas de alegría y alivio, el presentador dijo que «había que ir llorado de casa», un desprecio solo propio de quien se siente la estrella mediática de la derecha más rancia y señoritinga. Podía haber aprovechado y cantarle las cuarenta a esa cadena y hablar de cuando en 2020, aprovechando el desquicio general por la pandemia, la Junta de Andalucía sacó adelante el Decreto Ley 2/20 de Mejora y Simplificación de la Regulación para el Fomento de la Actividad Productiva en Andalucía, que no era más que una cortina de humo para perdonar a la Cope una deuda de cuatrocientos millones de euros. Por aquel entonces, esta emisora estaba emitiendo de manera ilegal en Andalucía. Pero llegaron sus amigos, esos del partido que fundó un exministro franquista, y aquí paz y después gloria. «La Conferencia Episcopal ha convencido a Elías Bendodo, capo del PP andaluz, para que en medio de la crisis que vivimos perdone a COPE 400 millones de euros y le regale cientos de emisoras». Esto dijo en su momento José Antonio Abellán, exdirector de deportes de la Cope.

En resumen. ETA fue derrotada y quienes seguían sus ideales obligados a aceptar las reglas democráticas para entrar en el juego político, separatistas o no, lo que ellos quieran, pero dentro del marco legal que establece nuestra democracia. Los partidos que hoy ocupan el espectro derecha-ultraderecha están aquí porque en su momento el perdón les pareció maravilloso y convencieron a todo un país necesitado de libertad que ellos eran tan demócratas como cualquiera. La población les creyó porque estaba más centrada en correr libres por las calles que en recordar de dónde venían (de una, grande y para nada libre). Por eso la transición para el Partido Popular es lo mejor de la historia de España (no os riáis), porque sirvió para enterrar su pasado, maquillar su presente, disimular su futuro, el que vemos hoy, y no refrescar el asunto de que a día de hoy es es único partido condenado por aprovecharse económicamente de una red de corrupción (Gürtel, Púnica, Valencia...). Un apunte más: es curioso que no quieran que se hable de la guerra civil, del franquismo o de los asesinados por Franco al ser «batallitas del abuelo» o «manipulación histórica de la izquierda» y por el contrario no quieren enterrar a ETA.

En fin, amigos, mi vómito habitual que esparzo en Extra Jaén para que no me dé una úlcera. ¡Ah, se me olvidaba! Este mes termina el plazo para la Renta. ¡No olvidéis marcar la casilla de la Iglesia, insensatos! No vaya a ser que la gente crea que no os importa el prójimo o que un presentador de radio pase hambre.