El bar de la esquina

Antonio Reyes

De premios y descréditos

El premio Nobel de la Paz ha sido otorgado a una señora que quiere abrir en su país el debate sobre el aborto, pero solo en casos de violación

Líbrenme los santos de evaluar o categorizar premios prestigiosos en público porque no he venido a este maldito mundo a ultrajar tales eventos. Entiendo y, por qué no, defiendo mucho de lo que últimamente se dice de esas menciones nacionales y globales a ciertas personas que, a mis cortas luces de casi todo, no se lo merecen. Léase también el desprestigio añadido que conlleva otorgar a alguien un reconocimiento vacuo de cimientos recios que apuntalen argumentos cada vez más difíciles de sostener y que expliquen con cierta coherencia dichos reconocimientos.

Empecemos, pues, por el más potente. El Premio Nobel de la Paz 2025 ha recaído en María Corina Machado, opositora venezolana afiliada al liberalismo en todos sus aspectos. Defensora de la reducción del Estado en políticas públicas y del libre mercado, es partidaria de la privatización de la empresa estatal Petróleos de Venezuela. Quiere abrir el debate sobre el aborto, pero solo en casos de violación, y está dispuesta a sentarse a «hablar» sobre el matrimonio igualitario. Aparte de su ideario político, que a mí me huele a querer unirse a las grandes potencias para asegurarse el pan, lo primero que hizo nada más recibir el premio Nobel fue dedicárselo a Trump y a Netanyahu, a quien felicitó por su «determinación» durante el conflicto y genocidio de Gaza. ¿En serio? ¿Cómo es posible que para el comité sueco esta mujer haya sido la candidata elegida para su reconocimiento? ¿Solo su determinación y vehemencia en la oposición al gobierno de Maduro sirve de argumento para recibir este premio? Pues qué queréis que os diga. Hay miles de personas en el mundo que luchan a diario contra peores tiranos y  nadie las reconoce. Quizá, lo que ocurre es que, en esta ocasión, los suecos han «visto con buenos ojos» arropar los intereses de la comunidad internacional en quitarse de en medio al presidente venezolano para hacerse con las mayores reservas de crudo del planeta. Que no, que ni narcotráfico ni leches, que solo se trata de petróleo, y si es para USA, pues mejor, que estos pagan bien. A mí se me ha caído un mito, ese aura que siempre ha rodeado a Suecia en muchos sentidos y que de un plumazo han volatilizado. Pero bueno, qué sabré yo, que lo más cerca que he estado a ser candidato a este premio fue una vez que conseguí que dos amigos míos no se hincharan a hostias en el colegio.

Cuando premiar la paz significa abrazarse al liberalismo y al capitalismo mundial, mal vamos. La paz, como dijo aquel, no es el final, sino el camino. El uso de la fuerza y el negocio de las empresas armamentísticas no puede ser la solución. Esto es lo que pretende el presidente de USA: que todos le paguemos los caprichos a las empresas de armamento de su país, amenazando a los estados miembros de la OTAN que se nieguen a subir hasta el 5% el gasto en defensa, aunque esto suponga recortes sociales a sus ciudadanos.



Ahora vamos a centrarnos en un premio patrio, que para eso estamos con el codo apoyado en la barra del bar de la esquina. El caso de Juan del Val ha venido a poner la puntilla literaria el mayor premio (económico) de habla hispana. Desde hace unos días, llueven ríos de tinta hacia la capacidad creativa de este señor, del que debo confesar antes de nada que no he leído nada de lo que hasta ahora ha publicado. Antes de nada, decir que entiendo perfectamente la parte empresarial de toda editorial, que invierte un dinero importante en la publicación de nuevos o viejos creativos y que nada hay que reprochar por este lado, salvo, quizá, cuando a algún famosillo de turno le da por escribir su novela u otro libro de «cómo tenemos que vivir». Pero, claro, aquí llega el quid de la cuestión. ¿Se publica mirando más el número de seguidores en redes o tu aparición mediática en televisión que la calidad literaria de la obra? Desafortunadamente, así es. Yo, que ahora ando en un tiempo de barbecho voluntario y que alguien podría decirme que lo que me pasa es que sueño con estar en ese lado de la historia, siento que este premio (y otros muchos, no os vayáis a pensar), menosprecia el trabajo de esas personas que con ilusión y constancia desean mejorar obra tras obra. Otro tema es creer que quien otorga premios económicos importantes van a obviar la parte empresarial que les hará recuperar la cuantía. Ahora les ha tocado a personajes mediáticos, porque el caso de Juan del Val no es el primero. Recuerdo cómo en su momento, Carme Chaparro y Sonsoles Ónega (que también se alzó con el Planeta en 2023) lograron el Premio Primavera de novela… ¡CON SU PRIMERA OBRA! Desde luego, hay personas que han nacido con un don extraordinario, tiene que ser esto.

El mercado literario es un pastel del que miles de personas quieren un trozo, pero que pocos alcanzan a morder. Yo siempre he pensado que las grandes editoriales, sus premios y la venta de estos, sirven para apostar por nuevos talentos y elevar a los altares nuevas voces que tanto tienen por decir. Pero cuando ves en las listas de ventas a psicólogas, libros de autoayuda, youtubers o instagramers haciendo pequeños a poetisas o novelistas, a uno se le quitan las ganas de seguir en el intento. Gente que cuenta con miles de seguidores jóvenes que comprarán lo que les pidan con tal de tener un ejemplar firmado. No defiendo aquí la literatura de nadie en concreto ni un modelo específico de narrativa, porque para gustos los colores. Solo quiero romper una lanza por quienes tienen un sueño y lo persiguen hasta que una parte de ese pastel les presta atención. Escribir es mucho más que lograr un premio, más que vender mucho, más que mirar al resto por encima del hombro. Escribir es un acto de fe, de querer sacar de tu cabeza la historia que no te deja dormir, de tener la sensación de que algo de ti ahora es de quienes te leen. Y si ya lo hacemos con un estilo que guste, diferente o no a lo que ya hay, pues mejor que mejor, ¿no? Los mensajes e historias son tan importantes como la forma de contarlos, la narrativa. De esto último, los críticos han hablado mucho de estos premios que han recaído en famosos de televisión. No, no han salido bien parados, lo que también viene a demostrar que los jurados quizá deberían ser más honestos y reconocer que , muchas veces ya, realmente no se está premiando a una obra que se lo merezca.

En fin, amigos, cosas de un autor fracasado que alguna vez ha soñado con el discurso que daría si alguna vez me concedían un premio importante que, con toda seguridad, no merecía. Pero como vendría acompañado de una suma interesante de dinero, pues ahí estaría, subido en un estrado, defendiendo con uñas y dientes la elegancia y delicadeza del jurado al creer que mi novela se merece el premio por delante del resto de candidatas. Cosas de soñadores, que hasta para eso somos pobres.

Deberíamos preguntar al resto de autores y autoras que pertenecen a esta gran editorial qué piensan al respecto. Spoiler: «no tengo nada que decir sobre eso». Abran sus apuestas para futuros nombres conocidos que lograrán premios literarios importantes. Con el permiso de Vicente Vallés, yo voy a poner todos los huevos en la cesta de Custodio Pérez, que para eso ahora es vecino nuestro.