El encaje político del señor Feijóo dentro de su propio partido, es digno de estudio por las proporciones áureas que sustenta su figura en la finitud de la presidencia del Partido Popular. Encajar en una organización que normalmente hace gala de su mal humor y exhibe diariamente su vanidad ante los problemas reales de la gente, al parecer carentes de cualquier consideración que esté fuera del marco católico, conlleva medir de manera cristiana, la agenda diaria para que toda la confluencia de la nobleza, no se sienta ofendida por querer dimensionar el reino de España con instrumentos republicanos. El señor Feijóo quiere encajarse como presidente del gobierno dentro del círculo de las comunidades autónomas pero la cuadratura de su partido es el primer impedimento para ello. Con lo cual como no le rece a la virgen de los Remedios, pocos resultados obtendrá y aun así, tendría que gastarse todos sus sueldos en la adquisición de velas románicas.
El Partido Popular está tan anclado en el pasado, que ya no son conservadores sino arqueólogos en busca de momias. Feijóo no pasa por ser una momia pero no cejan en su empeño de momificarlo, ¿quiénes? Aquellos que no enseñan los tobillos, solo los dientes. ¿Visitaran en su lecho a Feijóo los fantasmas de aquellos a los que su partido ha traicionado? ¿Serán quienes juraron con vino hacerlo presidente, los primeros en apuñalarle? Lo mejor para la supervivencia política del señor Feijóo, sería no hacer nada, pero esto ya lo hizo Rajoy, y aunque a duras penas logró sobrevivir en la política más allá de dos o tres actos, la platea requiere una nueva interpretación de los acontecimientos. Reinventar el paso de las tortugas sería una ofensa para las mismas, con lo cual le quedan pocas opciones. Cambiar la nomenclatura de Partido Popular por Partido de la Felicidad, sería igualmente ofensivo para quienes ostentan el poder del arrodillamiento así que para evitar la humillación en cualquiera de sus formas, al señor Feijóo no le queda más remedio que democratizarse, una palabra que puede sonar altisonante para toda una pirámide de momias pero si quiere aterrizar en el siglo XXI debe dejar a la arqueología el estudio de los milenios pasados y situarse invariablemente en el presente. Así podría encajar en los sistemas de medición actuales, incluso mostrar una sonrisa sincera y acariciar a un gato sin que pueda parecerse a Don Corleone. Desde esta nueva perspectiva incluso podría mostrar a esos que no enseñan los tobillos que en el mundo de la convivencia, se convive, no como fantasmas sino como personas reales. Y las personas reales dialogan, aunque sean de signos políticos diferentes. Y quizá un día, sin darse cuenta, pueda verse sin vendajes que únicamente soportan el peso del pasado.