El ocaso de los perdedores

Rubén Beat

El señor Bronstein

Conocí al señor Bronstein en el baño de mi propio hogar. No lo consideré un ocupa porque era un ser muy pequeño y después del exterminio de su familia acepté su

El señor Bronstein es una cucaracha que sobrevivió siendo muy pequeña a una caza loca y desordenada de individuos de su mismo género.

Antes de reencarnase en cucaracha fue consejero delegado de una gran compañía del IBEX 35. De repente, a sus 67 años, le dio un infarto y no le quedó más remedio que morirse porque la palmó. Hay quien dirá que su propio corazón no le soportaba, pero ¿realmente le soportaban su empleados/as y su familia?

Alguien decidió con cierta ironía que en su próxima vida debía adoptar la forma de una cucaracha real, no monárquica sino real de verdad. Y así fue, nació en una pequeña colonia de cucarachas y no llegó a conocer muy bien a su familia. No es que las cucarachas no sean familiares pero cuando se ven perseguidas por el palo de una escoba, olvidan todo lazo afectivo y únicamente huyen sin mirar atrás, hacia el hueco que puedan encontrar libre para esconderse.



Conocí al señor Bronstein en el baño de mi propio hogar. No lo consideré un ocupa porque era un ser muy pequeño y después del exterminio de su familia acepté su presencia y orfandad, y el señor Bronstein aceptó mi consejo de no dejarse ver por nadie que no fuera yo.

Las mañanas que utilizaba el baño y me peinaba vi al pequeño señor Bronstein crecer con alegría y alboroto, corriendo alrededor de mis sandalias y en cierta manera agradecido por dejarle existir independientemente de su forma de expresar su alegría cucarachera. El señor Bronstein se hizo adulto en poco tiempo y caminaba muy bien porque no fumaba marihuana ni yo nunca se lo propuse.

Una de esas mañanas me preguntó por su existencia, ya que yo era lo más parecido a un padre y un amigo para él, y fui lo más amable que pude. Le expliqué que mucha gente pensaba que era un monstruo por tener una forma no muy agradable pero que no debía sentirse así porque él nunca había hecho daño a nadie ni era esa su intención. Realmente el señor Bronstein era una cucaracha con muy buen corazón. Le dije que no se fiara de nadie y que el año que le quedaba por vivir lo disfrutara a tope sin agobiarse con preguntas sin término.

Hace semanas que no veo al señor Bronstein, creo que siguió mi consejo y le va estupendamente bien por el alcantarillado.