El ocaso de los perdedores

Rubén Beat

La cárcel de fuego o el Estado de Israel

Los sionistas se creen con derecho a todo pero no pertenecen a un pueblo divino ni lo serán nunca

Llego a pensar en la figura histórica de Jesús el nazareno y lo veo a través de miles de años como judío palestino porque los palestinos son de origen semita y hablaban árabe y hebreo.

Como entonces, los "sionistas" eran de la peor calaña humana. La historia se repite en otros términos pero si hoy día hubiera otro Jesús palestino, estaría encerrado en prisión o asesinado a tiros.

Los sionistas se creen con derecho a todo pero no pertenecen a un pueblo divino ni lo serán nunca, y están destruyendo su lugar en el mundo, creando ruinas y muerte a su alrededor, construyen su propia cárcel de fuego. Gracias al sionismo los semitas están posicionados en el peor lugar de la historia: el odio. No es difícil adivinar su futuro en una guerra perpetua que nadie ganará.



Cuando un Estado no cultiva la paz, siembra odio y venganza, y ya se sabe que quien busca la venganza debe cavar dos tumbas.

¿Tan dócil es el pueblo hebreo que permite las matanzas que llevan a cabo sus gobernantes? Hanna Arendt escribió en su día un ensayo muy criticado(Los orígenes del totalitarismo) y hasta fue insultada por los sionistas, como antisemita, por exponer en pensamientos los porqués de la docilidad de los hebreos ante la barbarie del nazismo. La misma docilidad que impregna al Estado de Israel ante la barbarie de sus propios gobernantes.

"El antisemitismo (no simplemente el odio a los judíos), el imperialismo (no simplemente la conquista) y el totalitarismo (no simplemente la dictadura), uno tras otro, uno más brutalmente que otro, han demostrado que la dignidad humana precisa de una nueva salvaguardia que sólo puede ser hallada en un nuevo principio político, en una nueva ley en la Tierra, cuya validez debe alcanzar esta vez a toda la Humanidad y cuyo poder deberá estar estrictamente limitado, enraizado y controlado por entidades territoriales nuevamente definidas". Hanna Arendt.