El ocaso de los perdedores

Rubén Beat

Ética imperfecta

El odio guía hacia la locura. Es un gran error entender la existencia como una guerra entre orgullos

Pasan los siglos sobre el mundo y las épocas sobre nuestra Historia, y seguimos sin hallar la perfección de la convivencia. ¿Pero es nuestra tarea conquistar algo tan inaccesible en nuestra especie humana o simplemente hemos de intuir cómo pudiera ser un mundo perfecto? Porque si es verdad que tenemos vedada la perfección, ¿por qué hemos de exigir algo tan inaccesible? La idea y concepto de justicia puede llegar fresca a nuestra mente como la primavera temprana, sin concebir el resultado de la realidad.

El camino más justo en la vida es el del entendimiento pero ¿quién anhela la justicia en su camino y no solo una porción interesada?

No podemos exigir perfección alguna, no podemos inculcar a nadie lo que sus sentimientos no admiten, aunque si podemos enseñar a educar la mente como una unidad física y psíquica en un entorno social destinado a proporcionarnos inteligencia y sentido común.
La exigencia carece de valor en un mundo como el nuestro, limitados/as como estamos a percibir las luces y sombras de nuestra existencia.



El resultado es creernos eternos/as y poseedores/as de grandes valores, sembrando el error de creernos perfectos/as conocedores/as de los designios de la naturaleza.

Bien es cierto que la búsqueda del equilibrio entre fuerzas dispares como el bien y el mal, conlleva cierto desasosiego, ¿pero acaso somos capaces de diferenciar el bien del mal en contextos políticos? ¿Qué hay de verdad y de mentira en cada acción? ¿Qué hay de interés personal y de interés social en cada acto? Podemos aprender a vivir con la imperfección pero no con la injusticia, por eso ansiamos la verdad, algo tan lejano a nuestras manos como tan cerca en la propia imaginación de su consecución, y es perceptible en nuestras mentes como algo futuro, como un camino trazado por la naturaleza para nuestras inquisitivas mentes; un lugar hacia donde debemos dirigirnos.

El odio guía hacia la locura. Es un gran error entender la existencia como una guerra entre orgullos. La vida tiene mucho más para darnos y la sociedad en general no está representada en la mezquindad de los partidos políticos.

Seguiremos pidiendo justicia porque es nuestro camino. Es preferible estar en el campo del oprimido que en el palacio del opresor. Hay más verdad en un ser que ha sufrido la injusticia que en otro que la ha impartido.

Para sentirnos libres como personas en nuestras sociedades, debemos desterrar el odio impuesto por los/as peores.

Estar del lado de la justicia en esta vida ya es una victoria inquebrantable.