Podríamos hacer una comparativa entre el mundo del arte y el mundo de la política, sin que por ello el arte se vea perjudicado en este intento de subrayar el realismo o la falta del mismo, en el cruce de caminos de ambas concepciones.
El arte expresa las emociones humanas, los sentimientos más profundos, los colores de un mundo que vive desde el corazón y encuentra los más diversos caminos para realizar y alcanzar su expresión.
La política interpreta la realidad no como la esencia del ser humano, ni tan siquiera como la expresión de su inteligencia social. La política interpreta sus propios intereses como una pieza musical que ha de escucharse y comprarse por obligatoriedad. Con el sentido primordial del cansancio emocional, el eje mismo de los discursos políticos está sufragado mayoritariamente por el Banco Central Europeo. Podría expresar la idea de que el BCE es una monarquía bananera pero más que una idea es una realidad pesada en euros y cargos.
El arte es más heterogéneo, por naturaleza es republicano y nunca expresaría el valor del ser humano en términos económicos. Porque hay que tener alma para ser artistas. Hay que vivir en el mundo, no de él. La expresión lo es todo, y la expresión nace y se desarrolla en el corazón humano, desarrollado a su vez la consciencia de la realidad, también a través de la abstracción y el surrealismo.
Pero la abstracción y el surrealismo que parten de la política, no provienen de la esencia de la consciencia, ni tan siquiera del desarrollo del espíritu colectivo. Provienen de la concesión de toda una serie de privilegios direccionados a crear una frontera entre la realidad y el espejismo. Y esta ilusión óptica es la que utiliza la política para sus propios intereses individuales.
El arte está direccionado al mundo. La política está direccionada a los partidos y a su propio provecho. El arte carece de interés, la política es la fábrica de intereses junto a los bancos. El arte crea belleza mientras que la política la destruye, y no porque sea su esencia sino porque está manejada por las peores manos. El arte hace desaparecer las fronteras que crea la política.
Si tuviéramos un Congreso de Artistas en vez de un Congreso de Diputados/as, la realidad estaría más condicionada por el humanismo. Pero las Bellas Artes están en todas partes, mientras que la política permanece muy lejos de la belleza y por lo tanto muy lejos del mundo.
Y como bien expresaba Goethe: "Las personas ven en el mundo lo que llevan en su corazón".