Gregorio Samsa, un día cualquiera, despierta convertido en un enorme insecto, pero ¿y si ese enorme insecto ya consolidado como tal, despertara a su vez convertido en austrohúngaro? En la conversión kafkiana y berlanguiana de la realidad, existe cierta similitud. Un proceso, un verdugo, una aniquilación de la racionalidad y el posterior surgimiento de lo absurdo.
El protagonista de esta historia, con la amable premisa de Chéjov, es 'El monje negro', ¿sabéis ya de quién hablo? Es de fácil adivinación, prosigo...
Hace mil años o casi cincuenta, un político vestido con el traje del electorado andaluz, caminaba por el desierto laboral creado por él mismo y sus fantasmas. Fue visto en numerables ocasiones por los juzgados de Sevilla, con su andar ancho y sonrisa espectral, y ahora de nuevo, está vagando por el universo político.
Lamentablemente no es producto de nuestra imaginación sino que es resultado de su propia chabacanería. De nuevo busca una silla independiente donde sentarse a contemplar su futuro.
Desde luego, hay fantasmas como el suyo, que están destinados a nunca encontrar la paz sino todo lo contrario, su destino es arrebatar la paz de los/as demás.
En su falta de gusto por la honradez y su nula estética hacia la verdad, su único mérito estimable, es ser insustancial en un crucigrama de veleidades.
Si todavía no lo habéis adivinado, me refiero al señor Chaves.
Sigamos hablando de literatura y cine, y la vejez y la locura del rey Lear, al intentar, al verse absolutamente abandonado, que sus más fieles seguidores/as le devuelvan el reino.
La locura avanza lentamente pero con paso firme. Ya no quedan reinos para el señor Chaves, ni siquiera un pequeño feudo, pero siempre le quedará el barco de Felipe González.