El ocaso de los perdedores

Rubén Beat

Leer en verano

Si se trata de novelas de zombis, solo hay que mirar hacia la orilla del mar, toda esa gente andando en línea recta, sin ninguna necesidad

Sentados y sentadas, tumbados/as en una hamaca o en una toalla sobre la arena de la playa, lejos de ponernos a jugar a las palas y alcanzar con la bola el bronceado rostro de tu vecino de parcela, apetece leer un buen libro.

¿Qué leemos en verano?
Hay a quien le gustan las novelas románticas y situarse imaginativamente en la toalla de al lado, encima o debajo del morenazo o morenaza, huntados/as a tope de crema solar.

Hay quien lee novela negra y le gustaría, también en su imaginación, asesinar a los dos tipos que tiene delante jugando a las palas y esconder bien en el fondo del mar, el cadáver de quien tiene el reguetón a todo trapo justo al lado. Pero todo buen lector o lectora de este género, puede adivinar la figura de un Poirot, observando sus pensamientos mientras disimula leyendo la última revista de Cotilleos News.
Las novelas de vampiros en la playa, como que no pegan, pero hoy día es de todos/as sabido, que la globalización ha convertido a estos seres, en criaturas solares, y perfectamente el Conde Drácula, podría estar pimplando una Caipiriña en el chiringuito de enfrente, calculando el mordisco en el trasero que podría propinar a algún tanga bien entrado en sangres.



Una novela de aventuras, es encontrar sitio para comer, al estilo de Indiana Jones y la última mariscada. Estaría muy bien y admitido por cualquier persona de bien, llevar un látigo en el bañador para usarlo contra quienes se eternizan en una mesa con vistas al mar. Siempre quedaría estupenda la excusa de haber utilizado el látigo contra un grupo de nazis que ha intentado robar el último plato de espetos.

Y en esta línea, leer una novela histórica nos llevaría a conquistar el chiringuito a punta de lanza, y a prueba de espada, acabar con todas esas sombrillas tan madrugadoras como solitarias.
Sigamos con la poesía, ¡oh sol estival que todo lo tuestas! Sobre todo tuesta y deja en un estado de insolación achicharrada, las carteras. Pero si estás enamorado/a, todo eso da igual porque estás dispuesto/a para exprimir hasta el último centavo en una estival alegoría al amor.

Si se trata de novelas de zombis, solo hay que mirar hacia la orilla del mar, toda esa gente andando en línea recta, sin ninguna necesidad, y aún peor en el paseo marítimo, y en esto hay que señalar que un zombi con buen gusto, no llevaría calcetines hasta las rodillas, sobre sus chanclas. Por cierto, para acabar con ellos, solo hay que hacerles beber litros de sangría a veinte euros el litro.

Por último, siempre queda el ensayo filosófico de cómo llegaste a portar una sombrilla, dos neveras, tres mochilas y siete chiquillos/as, entre hijos/as y sobrinos/as.