- Feliz San Valentín, tenemos que hablar.
- ¿En serio? ¿Tenemos que hablar? Esto no suena muy halagüeño, la verdad.
- Pues tenemos que hacerlo. Esta relación no puede continuar así como lo estamos haciendo. Necesito tiempo y espacio.
- No comprendo nada, después de tantos años juntos y de no poner nunca una pega. Supongo que tenía que llegar el día.
- Así es.
- Habla pues.
- Es cierto que hace muchos años que estamos juntos, también es cierto que tu y yo vamos a continuar pase lo que pase, pero ya me he cansado de que controles mi vida.
- Todo lo que hago lo hago por ti, por nosotros.
- No, eso no es cierto, lo que haces lo haces exclusivamente por y para ti.
- Pon un ejemplo.
- ¿Recuerdas cuando quise dejar mi trabajo porqué me había salido una oportunidad?
- Si.
- En esa ocasión no me ayudaste nada, incluso lograste que rechazara aquella oportunidad. Indujiste en mí el miedo a decidir, a cambiar. Es lo que haces siempre. Recuerdo que decías que había que estar muy seguro, que podría perder un sueldo fijo, que tenía que pensar en el futuro, las letras pendientes por pagar. Al final no me atreví y aquí sigo, haciendo lo de siempre. No me apoyaste.
- Pero ya lo has dicho tu, lo hice por ti, por nuestra estabilidad.
- Pues no debí hacerte caso, casi siempre respondes igual.
- ¿Insinúas que no te ayudo nunca?
- Nunca y siempre son palabras muy delicadas, no deberíamos usarlas, siempre es demasiado y nunca es nunca.
- Vale, no las usaré, reformulo la cuestión, ¿no te ayudo?
- En algunas ocasiones sí, como aquella vez que mi jefe estuvo aislándome y no me dejaba trabajar tranquilo. Entonces es cierto que me echaste una mano y me hiciste hablar con voz firme. Pero la cuestión no es si es mucho o poco lo que me ayudas, la cuestión es que desde ahora lo vas a hacer siempre. Y en caso contrario no te voy a escuchar.
- Perdona pero eso no va a ser posible, mi objetivo principal es cuidarte, así que no te apoyaré cuando lo considere oportuno.
- Bien, no lo hagas, realmente no necesito tu apoyo.
- Esto está doliendo, vaya día de San Valentín de mierda. ¿Desde cuándo estás planeando esto?
- Desde esta noche, tuve un sueño y en mi sueño te vi con distancia, con otros ojos, creo que te vi como realmente eres.
- ¿Y cómo soy?
- Eres el germen del miedo, de la inseguridad. Eres la eterna duda, el desequilibrio. Eres la mano temblorosa, el castañeteo de mis dientes, ese dolor de cabeza que se aloja sibilino y apenas se nota pero insiste. También eres la fuerza descontrolada, la rabia, la ira, la vena hinchada en mi frente.
- Lo dices de tal modo que suena incluso poético.
- Porque te amo.
- Al fin, algo bonito, lo merecía, gracias.
- No me las des, realmente te amo y voy a seguir contigo mientras vivas.
- ¿Entonces no es el fin?
- Claro que no cariño, esto es solo el comienzo.
- ¿El comienzo, estás seguro?
- Ya estás otra vez tratando de asustarme, pero no vas a poder. Cada vez que te escuche y no me guste lo que dices o lo que piensas te introduciré dentro de una campana hermética y transparente, para poder observarte como en una película muda de los años veinte. Te pasaré a lenta velocidad, y luego rápido, para hacerte un poco más cómico. Ya no hay vuelta atrás, he visto la luz.
- Bien, acepto el reto mientras vivamos.
- Mejor así, no nos queda más remedio.
- ¿Nos vamos a dormir o vemos una serie?
- A dormir mejor, no quiero que nada perturbe la paz que siento ahora, después de haberte puesto en tu sitio. Buenas noches amado ego.