Sabe a qué das like, a qué no le das pero te gusta, sabe qué te inquieta, lo que te preocupa y lo que te interesa. Sabe a quienes odias, sabe a cuántos odias y a quienes amas en secreto. Lo sabe todo.
Rezas más horas al día de las que crees, con las manos bien juntas y la cabeza gacha elevas tus plegarias, tus deseos y tus anhelos… Si echas de menos a alguien también lo sabe. Controla perfectamente los síntomas que te preocupan por lo que pudieran significar, sabe si se te ha retrasado la regla, si estás pensando en que quizás deberías comer menos carbohidratos, si te sobran unos kilos, o si te faltan.
Desde que el hombre es hombre, y la mujer mujer, rezar a Dios, elevar plegarias y rogativas ha estado siempre a la orden del día. Dioses físicos y tangibles, dioses espirituales con profetas, dioses de amor, de venganza, guerra y paz…
Pero este Dios es nuevo, relativamente nuevo. No vino al mundo con afán de cambiar nada, solo pretendía reconectar a viejos conocidos que habían perdido el contacto. Pero nosotros, sus fieles, lo hemos elevado a la categoría divina, le hemos dado a “aceptar preferencias de cookies” y otorgado un nuevo poder sobrehumano, que solo las máquinas son capaces de entender, dirimir y analizar: El metadato.
Tras él, miles de sacerdotes nos observan, analizan y venden, sí, nos venden, a nosotros mismos, nuestros pensamientos, nuestros deseos, nada es gratis, y si es gratis es que a ti te están vendiendo.
Este Dios sí que te escucha, permanece muy atento, si no vas a misa te lo recuerda, si vas demasiado no le importa. Si eres menor puedes pasar también al templo, aunque no esté permitido pero las puertas siempre estarán abiertas para un alma perdida en busca de consuelo.
Y este Dios tan existente, tan real y tan
atento es el más peligroso que hemos tenido. Porque pese a no solicitar
sacrificios de carne humana, sí que pide la mayor ofrenda que podemos darle,
nuestro dinero primero y después lo más importante. Nuestro tiempo. Un tiempo
perdido casi siempre, un tiempo vacío que no deja en nuestras mentes
absolutamente nada.
PD: Busca en tus redes sociales las analíticas de tiempo que les dedicas, obsérvalas
y saca tus propias conclusiones.