La chapa

Carlos Oya

Día del libro

Cada cual tiene su manera de enfrentarse al papel en blanco

 Día del libro

Foto: EXTRA JAÉN

Borges decía que si había tenido un buen día a lo sumo escribía (o dictaba si era más anciano) dos o tres líneas George R. Martin se quedaba estupefacto cuando Stephen King le explicaba que su prolífica producción se debía a una disciplina de 4 o 5 páginas por jornada: las matemáticas, concretamente la multiplicación, hacían el resto. En el mundo de la literatura, los escritores (los de verdad, no esos presentadores metidos a escritores o estajanovistas de plúmbea novela histórica a jornada completa) son cada uno un mundo. Cada cual tiene su manera de enfrentarse al papel en blanco. Para algunos es una droga sin la cual no pueden vivir, otros posponen el encuentro con el teclado hasta los idus de Marzo, los de más allá si no fuera por las fechas de entrega aplazarían “sine die” su contribución al Parnaso. Javier Marías sólo escribía con una máquina eléctrica Olympia Carrera “de luxe” y se las veía negras para encontrar recambios en un mundo rendido al ordenador en cambio Kerouac enlazó todas las páginas de su cuaderno de viajes en un rollo y eso fue “En el camino”. Fucik, encarcelado y ejecutado por los nazis en Berlín con ayuda de su guardián que le proporcionó papel y lápiz sacó en secreto las hojas que conformaron su estremecedor y póstumo “Reportaje a pie de horca”. Cervantes mató a Don Quijote en la segunda parte para que no le apareciera otro “Quijote” de Avellaneda mientras que Conan Doyle tuvo que resucitar a su odiado Sherlock Holmes ante las protestas de la multitud ( incluida su madre) presta a convertirse en turba. Sólo la muerte impidió que Dickens terminara “El misterio de Edwin Drood” y la misma, ataviada en los ropajes carmesíes de la tuberculosis, nos arrebató prematuramente a un joven Stephen Crane cuyas palabras hacían de este mundo algo mejor. Otros como Rulfo, Sábato o Salinger pensaron que ya habían escrito todo lo que tenían que escribir y guardaron la pluma. Hunter Lee Thompson hizo lo mismo pero con un escopetazo a la cabeza. Béquer reescribe sus rimas de memoria en “El libro de los gorriones” tras haberse perdido el manuscrito original en los tumultos que siguieron a “La Gloriosa”. Poe inventa el género policiaco y el terror moderno entre copas de brandy. Son los auténticos escritores. La raza literaria por excelencia. Desconfíen de las imitaciones.