A pesar de que el panorama internacional es desolador y la situación nacional tampoco es muy halagüeña, con la llamada a filas de la derecha ultramontana contra la izquierda aguerrida, el pasado fin de semana Jaén se vistió de Boda presentando una feria muy tentadora para escaparse y pasear entre trajes de cola y velos de tul, corbatas plateadas y chalecos elegantes, tartas de nata, flores preciosas, mesas con regios candelabros, invitados de gala, viajes paradisíacos, novios ilusionados y… presupuestos imposibles que se han disparado - con tanta parafernalia- en los últimos años.
Porque aunque no son buenos tiempos para la lírica patriota, la vida sigue latiendo y muchas parejas deciden oficializar su relación amorosa celebrando un gran bodorrio o, al menos, una bonita boda. La cuestión es que lo mismo que España ya no es lo que era hace 50 años, tampoco lo son las parejas ni las ceremonias ni las bodas. Y es que nuestro país es tan diverso como lo son las familias españolas, las relaciones de pareja y las propias personas.
Para muestra un botón: Los españoles se casan mucho menos que antes, quienes lo hacen celebran más bodas civiles que bodas religiosas, pero eso sí, España es uno de los países donde más caro resulta casarse y aproximadamente la mitad de los matrimonios acabará en divorcio. Por eso no sería descabellado incluir en las Ferias de la Boda puestos con abogados que asesoren a las parejas antes de casarse, animándoles a realizar la separación de bienes o un preacuerdo de divorcio que recoja la custodia compartida.
Pues cuando terminen los fuegos artificiales, la barra libre, el chocolate con churros o el viaje a Las Maldivas, hará falta mucha empatía y mucho diálogo para remar y seguir navegando en el mismo barco a lo largo de toda una vida.