Nuevamente vivimos una situación que se repite con cada proceso electoral: el derroche de papel. En estos días hemos visto llenos nuestros buzones con cantidad de abultados sobres de propaganda electoral de todos los partidos que pueden permitirse el lujo de endeudarse para producirlos, los mismos sobres que van a la basura o en el mejor de los casos al cajón de papel usado para tomar notas. En estos días vemos nuevamente numerosas superficies empapeladas de carteles en nuestras ciudades, carteles que se tapan unos a otros, que se vuelven invisibles para los viandantes porque acaban siendo parte del paisaje callejero. Y cuando llegue la jornada electoral veremos ingentes cantidades de papeletas, en un número superlativo que excede en mucho al censo electoral de cada mesa.
Todo este derroche es obsceno, tanto por la cantidad de árboles que dejan de purificar el aire para formar la pasta de papel, como por la cantidad de energía necesaria para producir tantas toneladas de papel impreso y por la cantidad de desechos que se producen en este proceso. Además, es obsceno por el acto en sí. Cualquier ciudadano normal manifiesta su desaprobación ante tanto derroche, aún cuando no conozca las implicaciones medio ambientales.
Hay un mensaje implícito muy negativo detrás de esta práctica llevada a cabo por la mayor parte de los partidos. Si los que van a legislar y gobernar se permiten estos excesos una y otra vez hace sospechar que, al menos subconcientemente, no tienen intención de revertir la cultura del derroche que nos ha llevado a este callejón sin salida que llamamos ‘cambio climático’, del que la única solución es salirse de él.
Este derroche, por propia definición del concepto, es injustificado. Asumiendo que la propaganda no sólo es lícita sino también necesaria, como una de las características universales de la vida (que se propaga) existen numerosas alternativas a la invasión de papel impreso en plena era digital, que seguro son además más efectivas. E igualmente, ¿cómo es posible que no se haya avanzado más en el voto digital, ejercido incluso en mesas electorales?
Este derroche, así como la falta de pudor en exhibirlo, es una circunstancia más que influye en la peligrosa desafección generalizada hacia la política porque causa rechazo a la ciudadanía, máxime cuando en plena crisis económica y ambiental hay que reducir sensiblemente el consumo.
Es imprescindible una revisión profunda sobre cómo se ejecutan los procesos electorales y una normativa que limite estos excesos inadmisibles, sin detrimento del derecho de expresión de los partidos.
Manuel Ruiz
Quien a buen árbol se arrimaDerroche electoral
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