Todos tenemos claro, o deberíamos tener, la importancia de la igualdad para mantener el equilibrio en nuestra sociedad, para hacer de nuestro país un lugar más justo, donde sea real aquello de "los españoles son iguales ante la ley..." del artículo 14 de la Constitución. En conseguir esa igualdad real se va avanzando, en unos ámbitos a menor velocidad y con más dificultades que en otros, porque, como hemos visto con el "caso Rubiales", aún cuesta entender simplemente qué es la igualdad de todos, cómo se debe respetar la intimidad y cuándo se comete abuso de poder. En general, mucho camino que hacer para conseguir igualdad, entre sexos pero también entre razas, clases sociales o ideologías, aunque existe un gran consenso político y social en favorecer, al menos teóricamente, la lucha por la igualdad (sexual, económica, laboral, social, de oportunidades, etc.)
Sin embargo, en España tenemos otra cuestión que afecta a la igualdad y en el que existe el acuerdo general de todo lo contrario, de no alcanzarla y mantener una desigualdad sine die. Se trata de la desigualdad territorial, del distinto trato a los españoles según dónde hayamos nacido. Pero no me malinterpreten; quizás estén ustedes pensando en los conflictos nacionalistas, en el uso de las distintas lenguas de España, en los referéndums y las amnistías, o en cualquiera de las cuestiones similares. No, no es eso. Si les digo la verdad, hace tiempo que estoy cansado de los "problemas nacionales" de vascos y catalanes, tanto de ellos como de los que viven, allí y aquí, de ellos. No porque no puedan ser importantes para alguien o porque crea que no tienen derecho a lograr cualquier objetivo político, sino porque pienso que para problemas de verdad los de mi tierra, y no ocupan los periódicos y las tertulias del país. Lo siento mucho pero prefiero centrarme en otros territorios, ya que la cuestión "nacionalista" en España se ha convertido en un espectáculo vacío y sin sentido, en la que nadie dice la verdad. Porque la pregunta es, sabiendo, como saben todos, que no va a haber independencia ni secesión, ¿de qué estamos hablando? ¿En qué estamos gastando el tiempo y la energía? Pues en ocultar algo que es más importante y que discuten disimuladamente: la relación económica, que no la política, entre algunas comunidades privilegiadas y el resto del país. Y esta relación, que es la que me afecta, sí que me importa, y mucho.
Efectivamente el asunto trata del dinero y de nada más. Y todos están de acuerdo en que así sea, aunque para hacerlo se envuelvan en sus banderas. Ayer, en el día de la Diada catalana, se escucharon muchas proclamas nacionalistas mientras que los supuestos defensores de España, se empeñaron en alardear de su defensa de la igualdad de todos los españoles. Pero esto no es del todo así. ¿Qué pretende en el fondo el nacionalismo catalán? Una relación económica con España distinta, más beneficiosa, y un nuevo aporte de competencias propias, para avanzar en autogobierno. ¿Cuál es su espejo? Los derechos forales vascos y navarros. ¿Cuál es la posición de PP y PSOE, y de casi el resto de los partidos nacionales, respecto de estos privilegios? Apoyan y dan por buenos el concierto vasco y el convenio navarro, que consagran los privilegios fiscales y económicos de estos dos territorios. ¿Por qué España mantiene esta desigualdad y no da su brazo a torcer por la catalana? Porque la vaca no puede dar leche, ni café, para todos y el sistema se vendría abajo. Esta es la cuestión.
En muchas ocasiones he discutido con amigos sobre la cuestión foral de vascos y navarros. El concierto, la imposición para obligar a ambos territorios a contribuir provisionalmente a la Hacienda común tras la última guerra carlista, reconoce unos derechos forales históricos, casi feudales, que van en contra de cualquier asomo de igualdad entre españoles, aunque se metieran con calzador en la disposición adicional 1ª de la Constitución. El cupo, el dinero que aporta cada Comunidad a la Hacienda nacional, se discute políticamente, no técnica ni económicamente, cada cierto tiempo, resultando siempre favorable a los intereses vascos y navarros, ni solidario ni proporcional. Lo curioso del caso es cómo los supuestos garantes de la igualdad entre españoles defiende de forma acérrima el sistema de concierto económico, los derechos forales y los privilegios de unos pocos a costa del resto.
Esta es la igualdad que verdaderamente me importa, sobre todo si la comparo con la situación de Andalucía. Porque, aunque se dice que el concierto perjudica a ambos territorios y que es extremadamente solidario con las regiones pobres de España, es extraño que lo defiendan con uñas y dientes, ¿no? ¿Lo harán por una cuestión histórica o sentimental? Entonces, ¿por qué Cataluña quiere lo mismo? ¿Ahora los catalanes pretenden aportar más dinero y quedarse con menos, como hacen los pobres vascos y navarros? Por favor,... ¿O resulta también que el grado de desarrollo económico y social del País Vasco no tiene nada que ver con el concierto ni con la capacidad de autogestión que le otorga? Y, lo que más me duele, ¿por qué ningún dirigente andaluz, de cualquier partido, no lo denuncia o lo reclama para nuestra comunidad?
Resulta que abrir el melón de esta enorme desigualdad es abrir un debate sobre el sistema fiscal y la distribución de competencias entre el Gobierno de España y las comunidades autónomas; es decir, el debate sobre los impuestos de cada territorio: cuánto debe pagarse, quién debe cobrarlos y quién debe pagarlos. Y ahí nadie quiere entrar: ni el Gobierno central y los partidos del Congreso de los Diputados, ninguno, ni Cataluña ni el País Vasco y Navarra, ni Madrid (por mucho que se queje de agravio, recibe la mayor cantidad de talento, trabajo, recursos e infraestructuras de España). Se trata de una desigualdad mantenida y encubierta con un lamentable espectáculo sobre lenguas, banderas, himnos y demás; una antigualla histórica que rompe la igualdad en España. Y sobre la que comparten una vergonzosa unanimidad a izquierda y derecha, sin explicación coherente. Si se tratara de un avance hacia un Estado Federal, debería serlo para todas las comunidades. Si se estuviera favoreciendo la competencia entre comunidades, debería realizarse en igualdad de condiciones entre todas. Pero no es nada de eso. Es pura desigualdad y privilegio.
Por mucho que se engalanen con banderas o se quieran identificar con la Patria, este elemento de desigualdad territorial y social impide el avance de gran parte del país y la defensa de este privilegio por parte de los dirigentes de España es un contrasentido y una aberración política imposible de justificar. Que no nos engañen ni unos ni otros, los patriotas de uno y otro lado, ni siquiera los "ausentes" andaluces. Sólo les interesa "la pela" pero no es para repartirla con nosotros. Por ahí se debería empezar a construir España, con una igualdad real, y no por donde lo están haciendo.