Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Relato y datos

Fuera de los habituales debates alarmistas que entretienen a nuestros políticos (¿quién de ustedes ha visto al ejército en las calles en este supuesto...

 Relato y datos

Foto: EXTRA JAÉN

Banco de España.

Fuera de los habituales debates alarmistas que entretienen a nuestros políticos (¿quién de ustedes ha visto al ejército en las calles en este supuesto "Golpe de Estado" con que nos intentan asustar algunos?), los de a pie seguimos preocupados en nuestro día a día. Y ahora que se acercan las fiestas navideñas, cómo llenar la despensa es una preocupación aún mayor, si cabe.

Llevamos unos meses asistiendo al incremento exponencial de los precios y hemos oído ya de todo respecto a la inflación, sus causas, sus repercusiones y sus soluciones. De todos los relatos que intentan arrimar el ascua a su sardina, numerosos y contradictorios entre sí, el mayoritario en los medios ha pretendido considerarnos a todos víctimas de una situación accidental y sin responsables, casi un "fenómeno natural". Así, se nos quería hacer creer que la subida de precios sólo era responsabilidad de la guerra de Ucrania, que no ha beneficiado a nadie, ya que no había empresa o individuo que quisiera hacer negocio de una situación tan desgraciada, y que, por tanto, resultaba injusto que se cargara las culpas sobre unas pocas espaldas.

Sin embargo, como ocurre con cualquier relato, sólo hace falta rascar la superficie de las mentiras para que los datos desmonten la falsa realidad. Un relato no es más que una historia y toda historia, todo cuento, necesita de una creencia, imaginando algo que sabemos que no es real.



En esta ocasión ha sido el Banco de España, ni siquiera un meme ni una imagen de un stand de Mercadona, el que ha puesto negro sobre blanco en esta cuestión. Según los datos publicados hace unos días, los beneficios de las empresas han crecido siete veces más que los salarios en 2022, siendo las ganancias de las compañías no financieras un 21% de media más que en 2021. Por tanto, y para acabar con tanto relato pueril e interesado, podríamos decir que las empresas han trasladado el encarecimiento de los costes a los precios de venta, mejorando o mantenido su rentabilidad en esta crisis de inflación. ¡Sorpresa!
Creo que ustedes, como yo, y sin necesidad de concienzudos estudios, ya se habían dado cuenta de que los salarios en España son bajos y no se han recuperado aún de la crisis de 2008. Los datos, que confirman esta percepción, nos dicen que hasta 2020 perdieron un 6% de poder adquisitivo y no parece que hayan mejorado en los dos últimos años. Por su parte, el margen de beneficio empresarial aumentó hasta el 23% en 2020 y ya sabemos que actualmente han superado sus niveles prepandemia.

Incluso, ya que parece que no están conformes con aumentar su pequeña aportación en esta crisis inflacionista, hay sectores como las energéticas y la banca en las que los beneficios han crecido exponencialmente, más que antes de 2019, por lo que les convendría permanecer callados.

De esta forma, se hace evidente la respuesta a ese relato que intenta generar preocupación ante los efectos que puede tener sobre la inflación una posible subida de los salarios. Cuando ya se han subido los sueldos de funcionarios y pensionistas y se ha demostrado que la multiplicación de los beneficios empresariales es responsable en gran parte de la subida de precios, va a resultar que subir el salario de los trabajadores va a hundir nuestra economía. ¡Menuda broma!

La realidad es aquello que cada uno de nosotros vemos sin necesidad de que nos lo expliquen los expertos. En los últimos años, el sistema ha beneficiando mayoritariamente a unas pocas grandes empresas con gran capacidad de influencia política, creando un desequilibrio que está en la base de nuestros problemas actuales y futuros. Dicho de otra forma, y de forma clara, cada vez hay más empresas extractivas del sistema, frente a las aportadoras netas al mismo, lo que conlleva enormes dificultades para la sostenibilidad del sistema a largo plazo. Y la consecuencia para estos mismos responsables políticos es algo que debiera preocuparles: actualmente gran parte de la población, clases trabajadoras y clases medias, han visto deteriorarse tanto sus condiciones socioeconómicas que han perdido la confianza en el sistema, y, por extensión, en su futuro.

No se trata de una percepción ni de un discurso populista. Los datos son evidentes y podemos definir nuestro sistema económico como aquel en el que se produce una redistribución de las rentas desde los trabajadores a los accionistas de las grandes empresas, es decir una extracción creciente de riqueza del sistema por parte de las empresas y a costa de los trabajadores.

Esto es posible por la gran capacidad de influencia política de unas pocas grandes empresas, que explotan las vulnerabilidades (e intereses) políticos en su favor y por las prácticas monopolísticas y de eliminación de la competencia.

El relato se desmonta con datos y así se hace evidente lo que cualquiera de nosotros puede ver: el sistema solo funciona para unos pocos, los beneficios de las grandes empresas son un componente clave de la inflación actual y esto representa un perjuicio enorme para trabajadores, consumidores y pequeñas empresas que han dejado de creer que el sistema les garantizará su futuro. Más allá de parches y medidas que ya sabemos que no solucionarán nada, o se afronta este desequilibrio o no nos aportarán seguridad para nuestro futuro.