Llega el momento de las vacaciones para la mayoría, también para este diario, y nada nos hace indicar que el panorama político y social tras el verano vaya a cambiar en demasía. El día a día nos muestra una distancia cada vez mayor entre las preocupaciones de cualquiera de nosotros y la agenda de los partidos políticos. Y seguramente esto irá a más conforme se aproximen las siguientes citas electorales. Nada nuevo bajo el tórrido sol.
Sabemos, sin necesidad de grandes conocimientos económicos, que esta inflación desbocada, fenómeno global que no se veía desde hacía 40 años, no será pasajera y que anticipa nuevas crisis políticas y sociales. A pesar de que se utilice como único motivo la COVID o la Guerra de Ucrania, con la intención de esconder otras como la repercusión sobre el coste de los productos del aumento de los beneficios empresariales, la realidad no engaña. Si uno revisa los datos ofrecidos estos días por las organizaciones agrarias que llevaron sus tractores a varias localidades de la provincia, verá la enorme diferencia entre lo que se paga a agricultores y ganadores y lo que se cobra al consumidor. Esto no es más que especulación, y nada tiene que ver con la inflación ni con unos beneficios aceptables.
Sabemos también, sin ser expertos, lo que nos está costando llegar a fin de mes y poder pasar unos días de descanso, con viajes o sin ellos, con más o menos ajustes en las vacaciones. Nadie puede negar que la situación no es fácil y que el miedo a lo que pueda pasar aumenta.
Pero nada de esto está en la agenda. Tenemos un Gobierno “progresista” que ya sólo habla de listas, puestos y futuros pactos y una oposición de derechas que no ve pobres por ningún lado y piensa que la clase media gana 140 mil euros. Eso sí, todos son unos demócratas que no permiten que la población, populista, fascista o comunista, según quién lo diga, se atreva a criticar que se nos pidan más esfuerzos.
¡Hasta ahí podíamos llegar! Una cosa es que su labor sea estéril y no conduzca a solucionar ningún problema, sino más bien a crearlos o a complicar los existentes, y otra cosa es decirlo. Eso no podemos hacerlo. Mantengámonos democráticamente en silencio hasta la próxima votación o más allá, y preparémonos, gobierne quién gobierne, para nuevos ajustes. O bien recordemos que vuelve a estar de actualidad aquello de “no hay pan para tanto chorizo” o “PSOE Y PP (y añadan a quien quieran…), la misma mierda es”.
Manuel Montejo
Sobre nuestras piedras lunaresSilencio democrático
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