Comienza un nuevo curso político, que estará cargado de citas electorales, y volveremos a estar pendientes de los temas marcados por el famoso "relato" con el que se pretende ocultar la realidad. Durante estos meses de calor, la inflación y el problema climático se han combatido desde el entorno político-mediático, que viene siendo lo mismo, a través de asuntos "trascendentales" como las corbatas, la temperatura del aire acondicionado y el alumbrado nocturno. Como podrán ver, cuestiones absolutamente desconectadas de los problemas materiales del país y del debate pendiente sobre el modelo energético español que afecta a familias, industria y comercios. Pero el "relato" es así: habla de todo menos de lo que nos importa.
Se trata de la misma narrativa que nos mantuvo durante meses pendiente de una guerra en Ucrania que ahora ya sólo aparece en referencia al precio del gas y de la electricidad. Los temas van y vienen, no en función de su importancia o de cómo nos afecten en el día a día, sino de su capacidad para crear debates artificiales que solo sirven para ocultar lo trascendente. Y todos contribuimos a este relato ficticio: gobiernos, oposición, medios, opinadores y lectores/espectadores.
Por poner un ejemplo, poco hemos oído acerca de una de las mayores vergüenzas que uno pueda imaginar en lo referente a los precios y el tema energético. Y parece raro que, siendo cierto el problema de las altas temperaturas y la sequía que sufrimos, nadie comente el factor determinante para que nuestras reservas de agua hayan caído al 39%, el menor porcentaje desde la sequía de 1995.
A principios de año teníamos la energía a precios elevados pero unas reservas de agua todavía suficientes. En ese momento, se produjo el desembalse en muchos embalses que tenían generadoras hidroeléctricas, provocado por unas compañías eléctricas empeñadas en maximizar sus beneficios elevando el precio del gas y, por tanto, de toda la energía. Es decir, hemos dejado la gestión de nuestros recursos hídricos, igual que el resto de sectores estratégicos de España, en manos de unos buitres dispuestos a tirarlos a la basura con tal de ganar más dinero. Estos carroñeros tienen sentados en sus consejos de administración a representantes de todos los partidos y controlan los medios de comunicación más importantes. ¿Conocen ustedes alguna crítica o alguna acción legal contra este robo? No, claro. Ni lo harán.
Si que habrán leído, y conforme se acerquen las elecciones aumentarán estos discursos propagandísticos, los "valientes" anuncios del Gobierno contra los beneficios de eléctricas y financieras y los reproches del resto de partidos a estas mismas empresas. Según las previsiones gubernamentales, el impuesto sobre los beneficios extraordinarios recaudará 1.500 millones al año, una mínima parte del total de los beneficios. Lo que no habrán escuchado es que hace unos días, el mismo Gobierno (sí, "el más progresista de la Historia") consiguió aprobar un decreto de ahorro energético, que en su letra pequeña devolvía a estas empresas 1.360 millones de los 1.500 que se les iban a quitar en junio. Por si fuera poco, en el mismo decreto se incluía el rescate de las autopistas radiales de Madrid, una operación que lleva sumados más de 1000 millones de euros para empresas tan necesitadas como Abertis, Sacyr, ACS, Ferrovial y OHL.
De nuevo, unas medidas sociales y de ahorro servían de envoltorio de otras que incidían en las mismas políticas de emergencia de la pandemia: pequeñas concesiones hacia la población y ayudas millonarias para mantener los beneficios de las grandes empresas, que controlan todo y frente a las que nadie puede.
Mientras tanto, el "relato" seguirá hablando de corbatas, aires acondicionados y de cómo hacer frente a Putin desde nuestras casas, a pesar de la crisis que se nos viene. Nada se escuchará del vergonzoso robo, sus protagonistas ni sus encubridores. Nos hablarán de lo que tenemos que hacer los consumidores porque, aunque los pequeños gestos individuales no tengan efecto real sobre los problemas energéticos, mantener este "relato" sirve para dos objetivos: por un lado, apaciguar el ánimo social y las críticas ante la incertidumbre, el miedo y, lo que es peor, la incapacidad de la política actual para resolver los verdaderos problemas y, por otro lado, desplazar el debate a una cuestión moral por la que sentirnos "estar en el lado correcto" ahora y ser responsables de "vivir por encima de nuestras posibilidades" después.
La misma historia, sin ninguna propuesta real o solución, que ya vivimos en anteriores crisis. Nuestras opciones pasan por creer el relato o por negarlo y empezar a mirar por nuestra sociedad, que no puede incluir a los que nos roban y mienten sin vergüenza.