El otro día, un compañero, de esos docentes que saben de lo suyo, que saben de la vida en general y de la enseñanza en particular, me comentaba, tras leer mi último artículo, que la Educación no tenía más valor que ser un arma arrojadiza. Este aserto tan categórico y sentencioso ha retumbado en mi cabeza durante todo este tiempo, no sólo por el profundo significado de esas palabras sino también por el emisor de las mismas, persona juiciosa e íntegra con la que he tenido la suerte de conversar sobre diversas cuestiones del ámbito pedagógico.
En democracia, la Educación siempre ha estado en el centro de cualquier debate y ha sido objeto de muchas protestas y huelgas. Ya hubo debate, protestas y huelgas en el 86-87 contra la LODE (recordemos el llamado “Maestrazo” de 1988, con 43 días de huelga); ya hubo debate, protestas y huelga en los 90 contra la LOGSE; en el 96, contra la LOPEG; en el 2001-2002, contra la LOU y la LOCE; en 2005, contra la LOE; en 2011-12, contra el RD 14/2012; en 2015, contra la LOMCE. Ya ha habido debate –más bien disputa- y tibias protestas contra la LOMLOE, aunque todavía no ha habido una gran huelga en el sector – extraña el mutismo selectivo o las protestas por lo bajini de ciertos sindicatos. Es primordial demandar un marco normativo estable (han sido 8 leyes en 40 años) y protestar contra la precarización progresiva de la enseñanza y el deterioro del sistema educativo.
El hartazgo por tanta confrontación ideológica sume al profesorado en una pesarosa incertidumbre. La falta de consenso para solventar los numerosos problemas estructurales de la Educación, sucesivamente parcheados con decretazos e instrucciones y ahora parcialmente subsanados con las dádivas de Europa, que subvenciona en parte lo que España no invierte, conmina a pensar en que efectivamente la Educación sea un arma arrojadiza en mitad de una competición partidista por un puñado de votos, que la podría convertir en un arma letal. Algunos, malpensados y maleados a su pesar, se preguntan si no será que prefieren el arma al consenso porque quizás favorezca sus intereses electoralistas. Sería maquiavélico pensar que su objetivo fuese conseguir una falta de consenso a propósito, para luego utilizarlo como excusa (o arma arrojadiza) para justificar sus reformas, idea casi diabólica.
Para que la Educación no sea un arma arrojadiza, sino un arma cargada de futuro, sería necesario el históricamente demandado gran pacto o acuerdo educativo con unos mínimos irrenunciables, estables y duraderos, al margen de filias y fobias, con la participación de todos los agentes del sector y con una financiación blindada en los presupuestos. Sólo así se lograría cierto compromiso para asumir las obligaciones de cualquier futura ley y, sobre todo, para comprender la verdadera importancia y trascendencia de la Educación en una formación sólida del alumnado para una idónea conformación social y la transformación económica de este país.
Como epílogo, a modo de metáfora, valga la reflexión de otra amiga mía, arquitecta, sobre la importancia de una buena cimentación en la construcción… y otros aspectos de la vida. No hay nada mejor que una buena educación.