Hay muertos que provocan oleadas de dolor compartido o mareas de indignación. Pero hay también otros muertos sobre los que procuramos pasar de puntillas y sin hacer mucho ruido, como si no quisiéramos verlos, ni sentirlos. Es la muerte más silenciosa de todas: el suicidio. En el 2020, no hay todavía cifras oficiales del 2021, se quitaron la vida 3.841 personas en España, según datos del Instituto Nacional de Estadística, que recoge la Fundación Española para la Prevención del Suicidio. Fue el año con más suicidios registrados en nuestro país. Esta cifra supera en casi 300 a los notificados en 2019, por lo que la media de personas que cada día se quita la vida en nuestro país se aproxima a los 11. Observando su evolución, la tendencia al alza en los últimos años es muy evidente, con un ligero pero constante incremento desde el inicio de la crisis económica de 2008. Si hace una década se suicidaron en España 3.180 persona, ahora ese número se acerca a las 4.000. Otro dato que nos estremece es que es la principal causa de muerte entre las personas más jóvenes (en 2020 se quitaron la vida 14 niños menores de 15 años y 300, en el grupo de entre 15 y 29 años). Lo cierto es que estos muertos hasta hace poco apenas despertaban algún tipo de interés. No solían ocupar un lugar prio¬ritario en los medios de comunicación, quizás porque ni siquiera lo considerábamos un problema o, a lo mejor, porque entendíamos que era un asunto tan individual y tan personal que nada tenía que ver con nosotros. Viejos prejuicios que han ido aflorando durante la crisis económica y el confinamiento mostrando la peor de sus caras: la falta de recursos y de personal para dar respuesta a este drama. Somos el país con menor número de psiquiatras y sobre todo de psicólogos clínicos de la Unión Europea. Deberíamos tomar nota de la magnitud de las cifras –en España se produce un suicidio cada dos horas y cuarto– para convencernos del error que supone no prestarle la importancia y atención que merece la salud mental. Esta semana entraba en vigor el 024, el teléfono que el gobierno de España ha puesto en marcha para prevenir y tratar los casos de intento de suicidio, tanto para familiares como para personas con algún problema psicológico. Un importante paso, pero no suficiente. Se necesitan más psicólogos, más seguimiento, más concienciación y más prevención porque cada muerte por suicidio es un fracaso de la sociedad.
Antonia Merino
Con perspectiva sureña024, una ventana a la esperanza
Hay muertos que provocan oleadas de dolor compartido o mareas de indignación. Pero hay también otros muertos sobre los que procuramos pasar de puntillas y sin..