Con perspectiva sureña

Antonia Merino

Los marzos violetas

No hay más que bucear en la hemeroteca y hacer memoria para que gestos del pasado parezcan de ahora mismo, para que las palabras de antes vuelvan a ser...

No hay más que bucear en la hemeroteca y hacer memoria para que gestos del pasado parezcan de ahora mismo, para que las palabras de antes vuelvan a ser acuñadas de nuevo y las críticas con la injusticia cobren su razón de ser. En los últimos tiempos cuando todo parece que va sobre ruedas e incluso contamos con un Ministerio que vela por la igualdad, la lucha de la mujer sigue siendo la asignatura pendiente de esta sociedad. Nuestro marzo violeta no es una simple conmemoración lúdica festiva sino una invitación a reivindicar con fuerza el derecho de las mujeres a vivir, a hacerlo con dignidad y libres del miedo a ser víctimas de la violencia machista. Pero hay quienes siguen viendo en el feminismo una ideología excluyente dirigida contra los hombres. Es un error: la igualdad entre hombres y mujeres es la base de una sociedad democrática. El feminismo defiende el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. Y, por si hay dudas: las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, y también el mismo derecho que ellos a ejercerlos en plenitud. Lo cierto es que, a pesar de algunos progresos, el camino hacia la igualdad está lleno de grandes obstáculos. No cabe duda de que el feminismo ha dado pasos importantes en sus reivindicaciones, que se reflejan en su voluntad expresa de acabar tanto con la cultura de la intolerancia como con las desigualdades estructurales que, hoy en día, se conciben como inadmisibles gracias a las constantes denuncias de las mujeres, cuyo impulso y empuje han logrado la aprobación de medidas destinadas a combatir las muchas brechas que todavía siguen enraizadas en nuestra sociedad. Muchos de los problemas se siguen maquillando, como la conciliación laboral, la "doble jornada" (en el trabajo y en casa) o el llamado "techo de cristal" (barrera no explícita que suelen encontrar las mujeres para alcanzar puestos directivos en las empresas o instituciones, ya sean públicas o privadas). No podemos decir que no hay colectivos trabajando por el feminismo, reivindicando la igualdad, luchando por ella, pero su defensa choca de lleno con el auge de discursos reaccionarios, que, niegan la desigualdad que aún arrastra nuestra sociedad. Lo trágico es que este discurso va calando. Y lo mismo que vemos como chicas y chicos jóvenes adquieren conciencia y se comprometen con los valores igualitarios, vemos también como otros muchos asumen las creencias y argumentos de aquellos que prefieren a la mujer sumisa, dependiente y sin derechos o con los menos posibles. Lo más triste es cuando son mujeres las que defiende y alientan esta vuelta al pasado; el regreso a la caverna.