El arpa de Dorotea

Juan Manuel Vallecillo

091 conquista Madrid

Que después de tantos giros y de tantos años todo siga igual, es bastante curioso...

 091 conquista Madrid

Foto: Juan Manuel Vallecillo

091 en concierto en Madrid.


Que después de tantos giros y de tantos años todo siga igual, es bastante curioso. Sin embargo, los 091 volvían a cumplir con el ritual y, tras un enorme concierto, ofrecían un generoso bis en el que nos emocionaba el “El fantasma de la soledad”, nos intrigaban por “Cómo acaban los sueños”, nos hacían sentir nostalgia cuando sonó “Esta noche”, nos enloquecían en “Qué fue del siglo XX”, nos retrataban interpretando la de “Otros como yo” y, para terminar, se fusionaban y se hermanaban con el leal público cantando su ya eterno himno “La vida qué mala es”. Unos salvajes acordes finales y un estruendoso ritmo que, sin quererlo, me trasladó al sonido de los frenos de aquel tren nocturno en la estación de Espeluy. Ese que me alejó de la familia y de mi tierra en 1996, el que ponía mi vida del revés, el que me dejaba solo y desarmado ante el futuro incierto que devoraba con saña la rutina: los ensayos de mi grupo “Reyes sin reino”, las charlas culturales de mi amiga Kina o el feliz día a día junto a mi hermano pequeño Eduardo que, a la edad de nueve, lloraba en el andén y sus lágrimas se me clavaban como puñales. Un año que, para más inri, coincidía con la retirada musical de los 091. Sí, ya no volvería a verlos al lado de mi inseparable Juanma Cantos, compañero en todos los conciertos que, después, se regaban con la placentera cerveza mientras debatíamos sobre lo visto y escuchado desde el principio al final.



“Al final” fue una de las canciones que más hicieron saltar a la entregada audiencia que llenó “La Paqui”, antigua sala But, durante el espectacular recital que 091 regaló el pasado sábado 29 de octubre en Madrid. Un tema que forma parte de su luminoso último álbum “La otra vida”. Primer trabajo de estudio después del milagro de su vuelta a los escenarios con la “Maniobra de Resurrección” en 2016 y que, por suerte, acabó con un largo silencio de veinte años. Ahora, tras recibir el merecido homenaje de que una plaza de su ciudad lleve el nombre de la banda y ser el plato fuerte de nuestra feria de San Lucas, los míticos rockeros granadinos ponen fin a la gira presentación de su disco con este concierto en la capital. Otro de esos de los Cero en los que una jauría enfervorecida grita de memoria los versículos ensangrentados de una biblia gris escrita por un ángel caído, el poeta eléctrico José Ignacio Lapido que, el sábado, retorcía su guitarra mientras el maestro de ceremonias José Antonio García sufría y transmitía la rabia y, a ratos, la melancolía. Atrás, dirigiendo la orquesta a porrazos, Tacho González sonreía satisfecho al ver cómo se estaba cumpliendo la profecía que soñó allá por el 81. El vampiro Jacinto Ríos, con el bajo, no cesaba de provocar a los fieles mostrando sus poderes y su fuerza al mismo tiempo que el brujo de las cuerdas, Víctor García Lapido, desplegaba la magia. De esta manera, los capítulos del nuevo testamento que promete “La otra vida” fueron rezados con tanta pasión como los sagrados pergaminos del antiguo por una congregación de locos a la que pertenezco. Creyentes que presumen de fe en esta religión. Que se exponen y se transforman en estas misas negras porque saben que 091 es el número de la bestia.



Cuando sales de un concierto así, te cuesta volver a la realidad de los mortales pero, entonces, sacas el móvil y, poco a poco, te aclimatas de nuevo. Hay mensajes de mi ya siempre activo grupo de WhatsApp “Reyes sin Reino”, un audio de Kina sobre las fechas de la obra de teatro que comentamos ayer y una llamada perdida de mi hermano que devuelvo. Como siempre, se está riendo por algo y, entre risas, me pregunta por los Cero.

- “Edu, acabo de salir con Juanma. Vamos a tomarnos una cerveza para comentarlo. Luego te llamo”.

Y mientras los corazones se recuperan y la gente se dispersa, agradezco que mis trenes sean de ida y vuelta, que lo importante del camino permanezca y que después de tantos giros y de tantos años todo siga igual.