Aunque las ramas se eleven hacia el cielo, es importante no olvidar las raíces y nunca descuidar la profundidad de nuestros orígenes. En este sentido, son muy afortunados los que pueden disfrutar de la vejez de sus padres. Es la gran oportunidad de crecimiento y desarrollo personal que la vida nos regala. La de que se apoyen en nuestro brazo para caminar despacito junto a ellos y, así, corresponder a la comprensión que tuvieron cuando, de niños, nos cansábamos de andar y nos subían en sus hombros sin reparar en el cansancio. La de escuchar con una sonrisa aquella historia que siempre repiten para compensar el cariño con el que celebraron, treinta veces, las treinta veces que les contamos lo de aquel golazo que metimos en el recreo. La de enseñarles cómo funciona el móvil o el ordenador con la misma paciencia que ellos tuvieron cuando aprendimos cosas tan importantes como asearse, vestirse o comer. La de no equivocarse y, esta vez, besar a los que nos aman. La gran oportunidad de, por fin, devolverles el amor. Que, por muy complicado que parezca el camino, solo hay que seguir la dirección del corazón.
“Direction of the heart”, que en inglés significa “la dirección del corazón”, es el decimoctavo y último álbum que los míticos “Simple Minds” han lanzado el pasado viernes 21 de octubre. Es curioso porque, la primera vez que miré el título, leí “hearth” en lugar de “heart” y, por tanto, lo traduje como “la dirección del hogar”. Sí, metí por error una “h” al final pero, como ya sabéis a través de mi introducción a este artículo, resulta que no me he equivocado. La dirección del corazón siempre es la dirección del hogar. Además, me encuentro con que la primera canción de este disco, “Vision thing”, está dedicada al padre del líder de la banda (Jim Keer) que falleció durante la creación del LP. Un estribillo emocionante que, refiriéndose a su progenitor, dice: “tú tienes el don y me muestras el camino”. Otra casualidad de esas que son causalidades porque Simple Minds, al fin y al cabo, lo que hace en este trabajo es devolver el amor que le dimos y, desde sus orígenes, actualizan la fórmula que siempre les funcionó. Un electro rock, creador de himnos, que ha sido una de las mayores influencias para muchos grupos de música alternativa. Pletóricos, ilusionados y, por supuesto, más maduros, los escoceses están viviendo, en su vejez, una segunda juventud triunfante tras su exitoso “Walk between worlds” en 2018 y, ahora, este enérgico “Direction of the heart” en el que, por destacar algo entre un todo que ya es destacable, sorprende el cántico tribal de “Human traffic” con la colaboración de Russell Mael, cantante de “Sparks”, una obra de arte muy de su estilo llamada “First you jump” o la magia celta de la progresiva “Solstice kiss”. Con letras bellas e inteligentes y perfectos arreglos de guitarras escondidas que hacen más de lo que parece, este trabajo discográfico volverá a colocar en la cumbre a esta legendaria banda de 45 años de existencia. Una nueva conquista de la que me alegro mucho puesto que los Simple Minds han demostrado, en todos estos años, que no les influye negativamente el éxito porque saben que, aunque las ramas se eleven hacia el cielo, es importante no olvidar las raíces y nunca descuidar la profundidad de nuestros orígenes.