La idea de una sociedad en la que los únicos vínculos son las relaciones y los sentimientos que surgen del interés pecuniario es esencialmente repulsiva, escribió John Stuart Mill. He leído y releído la cita no sé cuántas veces y, de pronto, tal como están los tiempos, me he dado cuenta de que -seguramente, y no sé si me equivoco- la frase habría que completarla, añadiendo al interés pecuniario el político, porque las relaciones y sentimientos que surgen de este interés son también repulsivos. En España estamos en ese trance.
Tony Judt, al que tanto admiro, publicó en 2010 un hermoso libro cuya edición en español vio la luz en septiembre del mismo año, un mes después de que Judt falleciese en Nueva York. El ensayo se titula “Algo va mal” y es uno de mis libros de cabecera, lleno de anotaciones, subrayados y apuntes al margen. Muñoz Molina lo consideró un ‘valeroso manifiesto: una declaración de principios progresistas…’ y muchos hemos hecho de ese texto la biblia de nuestra responsabilidad individual sobre el mundo en el que vivimos hoy, plagado de desvaríos, donde se practica erróneamente un precipitado y egoísta estilo de vida que nos parece lo más natural del mundo.
Me pregunto, en las navidades de 2022, cual es nuestro objetivo común como nación. Creo que estaremos de acuerdo si digo, rotundamente, que es conseguir la estabilidad institucional y minimizar los efectos de la recesión económica -más abrupta y extensa que la de 2008- derivada de la pandemia y la guerra de Ucrania, con un IPC disparado, caída de nuestro PIB y tasas del desempleo siempre inadmisibles. No hay tareas más importantes ni más urgentes. No las hay y no puede haber otras. Nos estamos jugando el futuro de nuestro país y no puede existir otro objetivo que no sea la reconstrucción, salvo para los malnacidos que buscan siempre réditos espurios y, al hilo de lo que sea, medran, engañan y se enriquecen. Y, si el objetivo es común, la estrategia para alcanzarlo también debe serlo, al fin y al cabo, la estrategia es una respuesta global e inteligente para lograr un objetivo. Si la estrategia no es global, será una táctica y, por tanto, parcial; si no es inteligente, sería una estupidez, y no estamos para tonterías.
Creo que nuestros políticos (salvo excepciones en la cosa pública de pueblos y ciudades) han perdido el sentido común, es decir, el sentido de la realidad, como lo llamaba Castilla del Pino. Estamos arraigados en la historia y, como escribió Burke, todos los argumentos políticos deben empezar con una valoración de nuestra relación no solo con los sueños de un futuro mejor, sino con los logros del pasado: los nuestros y los de quienes nos precedieron. La sociedad, escribió, “es una comunidad no solo de vivos, sino también de la que forman parte de ella, los muertos y los que todavía aún no han nacido”.
Hay que trabajar de consuno, hombro con hombro, escuchando, dialogando, consensuando e informando a los ciudadanos, como adultos que somos, desde la transparencia, el compromiso y la verdad. Más responsables que nadie (quien tiene el poder, tiene la responsabilidad) el Gobierno y los partidos políticos, que están obligados a liderar el proceso, y si no lo hacen las urnas se lo demandarán. Pero todos deben -debemos- participar en una estrategia de reconstrucción porque todos somos responsables y deudores de esa tarea. No se trata de que interpretemos el mundo, que es tarea de los filósofos, sino de transformarlo. Como escribió Platón, la ciudad nace (y el Estado también) porque se da la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí mismo.
Juan José Almagro
Estilo olivarDesvaríos
La idea de una sociedad en la que los únicos vínculos son las relaciones y los sentimientos que surgen del interés pecuniario es esencialmente repulsiva...
Foto: EXTRA JAÉN
"Algo va mal" de Tony Judt.