“Nihil novum sub sole” (Ec. 1,9) se recoge en el Eclesiastés. Recuerdo la cita cuando leo en los papeles que la cosecha del olivar se reducirá, al menos, un cuarenta por ciento en la temporada 2022-23 y que, en consecuencia, los precios del aceite seguirán altos. En la temporada 2021-22, por cierto, la producción registrada alcanzó casi el millón y medio de toneladas. Nada que no haya ocurrido otras veces y en otras épocas porque, como refleja el refranero cuando se refiere a la incierta fortuna de los agricultores ante la distinta suerte de las cosechas: “hacendado en olivos, un año en terciopelo y cinco en cueros vivos”. Pena, penita, pena…
Que haya cosechas buenas o malas, desde que el mundo es mundo, es normal; pero lo grave es que hemos aceptado como normal lo indecente (el paro, por ejemplo, lo es) y, aunque no queramos reconocerlo, padecemos el síndrome de la “inmunodeficiencia social” (J.A. Marina), y estamos perdiendo capacidad de defensa frente a muchos agentes peligrosamente patógenos: corrupción, falta de transparencia, empleos precarios, desigualdad, pobreza, indecencia y la sacralización del dinero como valor absoluto forman ya parte de nuestro ADN. Es el “todo vale” frente a la olvidada cultura del esfuerzo y del trabajo con el imprescindible adobo de una cada vez más necesaria educación como fórmula para ser personas más libres, más demócratas, más cabales y mejores ciudadanos, un paso previo a ser buenos profesionales.
Nuestra época, como todas las épocas, se refleja y se retrata en las personas que la vivimos y, por tanto, la sufrimos/disfrutamos/padecemos. La ventaja es que en tiempos difíciles la propia dificultad se convierte en algo natural y cotidiano que, en general, debería fortalecernos. Pensando en el común, en las siempre presentes citas electorales y en estos tiempos de austeridad, los primeros en ponerse a la tarea deberían ser todos aquellos que tienen poder transformador, que es lo que se necesita: los políticos, las administraciones públicas, las instituciones y, naturalmente, las empresas y sus dirigentes. Tambien la Universidad y los medios de comunicación. Y austeridad es, sobre todo, sencillez, sobriedad, ausencia de adornos y trabajo sin alardes, huyendo de falsas promesas y mentiras, y liquidando estructuras y organismos innecesarios e inoperantes. Pero no es así, ni está siendo así.
El 7 de octubre pasado, el Instituto Nacional de Estadística ha publicado el “Atlas de Distribución de Renta de los Hogares” que -con referencia a 2020- proporciona indicadores del nivel de distribución de renta por persona y hogar, completando dicha información con indicadores de tipo demográfico. Es muy interesante su lectura y análisis. Por reflejar solo un dato, cuando el Estudio se refiere a la renta neta media anual, se nos informa que Jaén es, tras Almería, la segunda provincia de España con menor renta: 9958 euros por habitante, y a mí -nacido en una tierra que atesora sesenta y seis millones de olivos- me da mucha rabia y mucha vergüenza, que quieren que les diga, porque “Omnia tempus habent”, todas las cosas tienen su tiempo, se dice en el Eclesiastés, y ya es hora de que nos pongamos a la tarea.
Juan José Almagro
Estilo olivarNada hay nuevo bajo el sol
“Nihil novum sub sole” (Ec. 1,9) se recoge en el Eclesiastés. Recuerdo la cita cuando leo en los papeles que la cosecha del olivar se reducirá, al menos...
Foto: EXTRA JAÉN
Recogida de aceituna.