Estilo olivar

Juan José Almagro

Regaleros

El diccionario de la RAE nos señala que eran regaleros los empleados que en los sitios reales tenían el cuidado de llevar las frutas o flores al rey y a las...

 Regaleros

Foto: EXTRA JAÉN

Elecciones.

El diccionario de la RAE nos señala que eran regaleros los empleados que en los sitios reales tenían el cuidado de llevar las frutas o flores al rey y a las demás personas a quienes acostumbraban darlas. Probablemente, y visto lo visto, dada nuestra amarga experiencia, no estaría mal que se estudiara una nueva acepción en estos tiempos llenos de citas con las urnas: dícese de los políticos que en las campañas electorales acostumbran a regalar a la ciudadanía promesas que, por lo general, nunca se cumplen.

Los líderes deberían pedirnos disculpas y reconocer que buena parte del blablabla humano que resuena todos los días (más en elecciones) hunde sus raíces en un decidido propósito cosmético; y seguramente una de las principales tareas que los dirigentes de toda clase y condición tienen que acometer si quieren ser creíbles y coherentes es que el discurso político se ajuste a los hechos; que la habitual disonancia entre decir/hacer no se instale con normalidad en las organizaciones, y que la sima aberrante entre el discurso oficial/electoral y la práctica real se achique sin demora o desaparezca, y que el hombre -que tiene el derecho y el deber de ser responsable si desea permanecer libre- aprenda a ser persona y, de la mano de los líderes que tanto necesitamos, se integre socialmente porque, lo dice Richard Sennett, "una buena organización (...) es aquella en la que todos los ciudadanos se sienten unidos en ese proyecto común". Platón ya nos enseñó que las ciudades nacen (y el Estado también, lo he dicho alguna vez) porque casualmente ninguno de nosotros se basta a sí mismo.

En esta nueva Era, los seres humanos nos debemos muchas cosas a nosotros mismos; tantas que no sabemos por donde empezar la tarea. En época de elecciones, a los políticos les pasa igual: tienen tantas propuestas que hacernos y tantos proyectos que ofrecernos que, finalmente, cuando alcanzan el poder, como están tan ocupados en ser ellos mismos, no aciertan a poner en marcha ni los mas perentorios, y los ciudadanos nos quedamos, casi siempre, con la certeza de un nuevo engaño. Otro mas...

Nos hemos olvidado de los referentes (que dan ejemplo) y nos hemos abrazado a los “influencers” (que dan consejos, previo pago de su importe), y en un tiempo lleno de incertidumbres y peligros y, acosados por la disrrupción tecnológica, nos desprendemos de todo lo “duro” y de todo lo “sólido” como nos descubrió Bauman con su idea de la “sociedad líquida”, quizás ya sobrepasada y reconvertida por la poderosa fuerza de los acontecimientos en Sociedad “volátil”. Atacados por el síndrome de la impaciencia, confundimos progreso con velocidad, buscamos atajos y, en consecuencia, nos hemos acostumbrado a deformar la realidad para adaptarla a dogmas previos, equivocados y perversos, como aquellos de los que parten el propio funcionamiento político y muchas organizaciones y empresas, que transubstancian mal y transforman el bien común en ambiciones personales, la fuerza en desánimo, el conocimiento en soberbia, las palabras en nada. Se está negando la autoridad a la Razón, y se niega sobre todo la autoridad de los hechos, dejando que imaginaciones o deseos prevalezcan sobre lo fáctico. Se están creando “realidades” inexistentes (aquello que Platón plasmó en el mito de la caverna) y “realidades” artificiales y artificiosas. Antonio Machado, con ironía e inteligencia, lo advirtió: “se miente más de la cuenta por falta de fantasía: también la verdad se inventa”, y nos olvidamos (los dirigentes todos los días) de que son las instituciones las que deben adaptarse a la realidad y a los ciudadanos, y no al revés: sin hombres y mujeres no hay instituciones, ni pueblos, ni ciudades, ni regiones, ni países, ni nada de nada. Y hemos olvidado que el Bien Común es, sobre todo, la satisfacción de las necesidades humanas, y a eso deberíamos estar.

En tiempos de perenne campaña electoral, bueno sería recordar a los candidatos y candidatas las palabras de Quinto Tulio Cicerón que en el año 64 a.C. escribió una breve y actualísima obra para ayudar a que su hermano Marco ganase las elecciones al Consulado de Roma, como así ocurrió: “… que lo que te comprometas a hacer, se vea que lo vas a hacer con determinación y gustosamente. Y este otro consejo, mucho más difícil y más conforme a las circunstancias que a tu modo de ser: que te niegues amablemente a lo que no puedas comprometerte o sencillamente que no te niegues; lo primero es lo que haría un hombre honesto, lo otro un buen candidato.”