Cada vez es más frecuente encontrarnos enunciados escritos o hablados que llevan hasta los últimos extremos la economía del lenguaje. Hay que recordar que esta menguante lingüística ha propiciado la evolución continua de los idiomas, desde el latín hasta el actual español, en nuestro caso.
A lo largo de los siglos las lenguas se han articulado, por norma general, en torno a tres características: la creatividad, es decir, la capacidad para crear nuevas expresiones gracias a nuestro conocimiento lingüístico; por otro, el simbolismo o la capacidad del lenguaje para conectar con la realidad a través de las palabras; y, por último, la economía lingüística, que responde a los principios de eficiencia, dualidad e intercambiabilidad. Así lo han dicho ilustres lingüistas del pasado siglo.
Tal vez sea en este último caso en el que estemos caminando demasiado deprisa. Se me viene un ejemplo muy común en los últimos tiempos, que es el de referirse a una actividad a la que una persona le dedica mucho tiempo con el enunciado ‘veinticuatro siete’, que en una conversación normal podría traducirse como que alguien está ‘veinticuatro horas, los siete días de la semana, pensando en algo o haciendo cualquier cosa’, lo que por otra parte es totalmente falso por la dimensión de la exageración. El caso es que decir: “estoy veinticuatro horas los siete días de la semana pensando en ti”, se convierte en: “estoy 24/7 pensando en ti”. Y no solo nos quedamos tan panchos, si no que como somos seres rabiosamente inteligentes, nuestro cerebro tiene la gloriosa y contradictoria capacidad de descifrar el simbolismo de semejante concreción mientras nos sentarnos durante once días a escuchar y ver cómo amortajan y pasean el cadáver de una señora de 96 años, que lo único que ha hecho en su vida ha sido nacer, crecer, reproducirse y morir. Muy humano todo, ‘realmente’. 24/11, que diría un economista de la lengua.
No voy a extenderme mucho, porque mi intención es saber si algunas de las cosas que pasan en Jaén podrían explicarse con esa economía lingüística que nos sacude en el día a día, sobre todo en las redes, donde ya es imposible escribir una frase sin acompañarla de un emoticono (como que parece que estás enfadado si no lo haces). Es más, ¡puedes sustituir la frase completa con el emoticono!
Pues volviendo al experimento. Me gustaría saber si entienden lo que quiero decir usando una drástica economía del lenguaje:
“En J estamos hasta los hue de que nos vendan la mo con el tran, la Ciudad Sa y de la Jus. Váyanse a la mier, 24/7 con lo mismo, y hagan algo de una pu vez, so desgra”.
No sé, tal vez no se entienda y puedan malinterpretarme.