Cada vez que mi perra ve a Juanma Moreno en la tele gira la cabeza hacia la izquierda y observa fijamente la pantalla como si entendiera lo que está diciendo. Yo quiero pensar que el giro de su noble testa de podenca es un intento de hacer que el bueno de Juanma, el hombre tranquilo, vire su gestión hacia la siniestra (que es como gustaba llamar a la Iglesia a la izquierda), toda vez que mi perra el único patrimonio que tiene es un capazo gris acolchado y dos cuencos, uno para el agua, y otro para el pienso.
Sin embargo, cuando sale Pedro Sánchez deja la habitación, tal vez porque piense que el presidente anda sobrado de pseudo progresismo y ningún gesto suyo pueda variar el timón de su corralito ideológico.
Yo trato de explicarle, de forma sencilla, como si se tratase de un asesor político, que por mucho que quiten el impuesto de patrimonio y que bajen el IVA de los productos no va comer chuletones, ni siquiera creo que pueda dar un salto nutritivo a piensos tipo Royal Canin, y ella mira fijamente el papel de la magdalena y trata de despistarme para que lo olvide sobre la mesa baja del salón y cazarlo cual sabrosa liebre campera.
Le digo que si bajan el IVA solo, ella, con su enjuta paga semanal de diez euros, a lo mejor podrá permitirse un pienso un poco mejor, porque la bajada apenas supondrá unos céntimos, pero que las perras que tienen una paga de cincuenta euros o más, seguirán comiendo el mejor pienso caro y casi no se enterarán. Esa es la diferencia de los impuestos directos e indirectos, le digo, que cuando bajan el IVA, las rentas más bajas se benefician, pero las más altas ni se enteran.
Y como no sé si lo entiende, le digo que si además del IVA suben los impuestos a aquellas perras que tienen más paga semanal, pues hay más dinero para parques por los que pueda correr, con césped, y zonas acotadas para ellas, incluso con dispensadores de bolsitas y fuentes para los canes y todos los servicios públicos que se merece una podenco noble y leal como ella.
Pero aun así, creo que sigue sin entenderlo y mucho me temo que si fuese un humano se sentiría atraída por los abascales, lepenes y melonis del mundo, que le dirían que la van a llevar a cazar todos los fines de semana rechonchas liebres silvestres, sin saber, que dentro de unos años, cuando ya no les sirva, la colgarán en un olivo y se irán por el sendero hacia su finca libre de impuestos patrimoniales con la escopeta al hombro y los nervios templados, sin un atisbo de remordimiento.