En el patio de un colegio concertado observo niños y niñas en formación, los más pequeños en cabecera, los mayores cerrando filas. Con estandartes, cruces y banda de tambores, las maestras tal que capatazas mantienen el orden y la compostura. Entiendo que en este colegio católico los padres llevan allí a sus hijos para que los aleccionen en ello. Lo que no termino de entender es bajo qué programa educativo y en qué asignatura se imparte el procesionar.
Son demasiados los que defienden en la escuela el adoctrinamiento en el catolicismo y a la vez se niegan a que se impartan valores democráticos, el respeto a los diferentes, la necesidad de buscar la igualdad, la solidaridad, principios todos ellos Constitucionales.
La influencia del periodo escolar, las enseñanzas y el ejemplo de los maestros, nos acompañarán en nuestras vidas. Por ello os voy a referir a los maestros que me marcaron con sus enseñanzas más allá de saber dónde nace el Miño o la relación de los reyes godos.
En Preparatoria de Ingreso con 9 años, Don Modesto era mi maestro, una mañana llegó ofendido, con la calva roja, porque había visto a unos niños tirando papeles en la calle, fue tal su escenificación que desde aquel día jamás tiré nada al suelo. Mucho más eficiente su indignación que las soporíferas clases de urbanidad, donde te instruían a ceder el paso a las señoras o besar las manos del cura.
Con 12 años en segundo de bachiller, formábamos en el patio cantando el Cara al sol o el himno de la Legión, mientras izaban la bandera con el aguilucho. En aquel año el hermano Lucas también dejó su marca, esta vez en forma de mano sudorosa en mis muslos infantiles. Lo más grande era como un rato antes en clase amenazaba con el fuego eterno a quien osara tocarse. ¡Asqueroso y canalla pederasta!. Como comprenderéis ni olvido, ni perdón, al año siguiente dejamos los maestros con sotanas por el instituto.
Don José al que cariñosamente lo conocíamos como guitarrón (se limpiaba la ceniza que le caía en su tripa con un movimiento parecido al de tocar la guitarra). Profesor de física, lo conocí siendo él ya mayor, captaba toda nuestra atención y la curiosidad por las ciencias, por la técnica. Nuestras adolescentes mentes alucinaban cuando se salía del temario, cuando después de explicar la fisión nuclear, nos contaba la guerra fría, que había bombas para acabar 70 veces con la humanidad, la locura de la guerra, que listo y bueno era.
Un recuerdo especial a Don José Bonilla, sabio y excéntrico profesor de filosofía de 6°, “con la verdad sólo se llega a la verdad, con lo falso a cualquier sitio”
Muchos más dejaron huella, la mayoría positiva y algunos restaron, que esto no es una urna de cristal. Entre todos contribuyeron a que hoy seamos lo que somos, en las luces y las sombras.
Salud.
Santiago Donaire
La tirillaMis maestros
En el patio de un colegio concertado observo niños y niñas en formación, los más pequeños en cabecera, los mayores cerrando filas. Con estandartes, cruces ...