Coincidiendo con el aniversario de su nacimiento, un 6 de marzo, se ha publicado “En agosto nos vemos”, la obra póstuma de García Márquez. Eso me ha llevado a pensar en otra de sus obras, la de aquel coronel al que no escribían, y en este Jaén, que, aunque no lo parezca, tampoco tiene quien le escriba.
Y ustedes dirán, no exentos de razón, que todos los días se escribe de Jaén. La cuestión es entonces lo que se escribe sobre Jaén o más bien, lo que no se escribe, lo que no se cuenta o lo que se cuenta a medias, que probablemente es la peor de las mentiras.
Yo mismo escribo sobre Jaén. Podría decirles que me cuesta, pero es falso. Me es fácil escribir sobre Jaén, no lo es tanto no dejarse llevar en la escritura y sobre todo, discernir si merece la pena escribir sobre una provincia que no avanza, sobre vacuas declaraciones y escasas o nulas actuaciones de nuestros representantes políticos, sobre medios de comunicación al servicio del mejor postor, sobre periodistas que han dado la espalda a su profesión y han olvidado la esencia de la misma, sobre ciudadanos que siempre tienen a quien culpar de sus carencias y renuncias, sobre lo que no funciona por falta de voluntad…, sobre el olvido que seremos (título de la obra de otro autor colombiano, Héctor Abad Faciolince).
Esa duda me lleva a contemplar el día a día de la provincia como una pantomima; esa farsa a la que, al ponerle palabras, los mimos, acostumbrados a contar su historia con gestos y movimientos del cuerpo, ajenos, por tanto, al diálogo, distorsionan el mensaje y mientras las palabras dicen una cosa, sus cuerpos y gestos dicen otra. Aplíquese a lo que quieran, al vial de la Alameda en Jaén, a la moción no moción en el Ayuntamiento de la capital, a la demolición premeditada de la asistencia sanitaria pública o a las sonrisas ‘profiden’ de alcaldes que tampoco tienen quien les escriba.
Así que, en este marco de incertidumbre, permítanme que reivindique a Fernando Arrabal, al que algún sabedor con multipresencia e impartición de cátedra en redes sociales confundirá sin pudor y manifiesta ignorancia con Francisco Rabal.
Ese u otros sabedores no sabrán que Arrabal, junto a Jodorowsky y Topor, impulsó en la década de los sesenta el denominado Movimiento del Pánico, que básicamente apostaba por la prevalencia de la locura controlada como supervivencia ante una sociedad marcada por la crisis de valores.
No se confundan con la salud mental, que es un asunto muy serio. Reflexionen sobre el presente y el futuro de esta provincia con los actuales mimbres y más allá de filias y fobias. Pongamos una dosis de locura, controlada, porque el horror y el miedo siempre corren a cuenta de los otros. Sonrían y no esperen a que lleguen nuevos agostos para vernos, aún a costa de que les declaren excéntricos.