Si el buen Dios lo quisiera Benjamin Netanyahu podría morir mañana, por ejemplo. Lo haría en su cama como han muerto algunos de los más feroces dictadores semejantes a él en su afán cruel y despiadado. Como él también, tan religiosos, tan de asistencia entusiasta a ceremonias religiosas, tan puntuales en acudir a cualquier levantamiento de hostias consagradas las veces que fuera necesario. Morir tranquilamente, sin aviso ni nota alguna que pudieran delatar su fin inmediato, esa noche siguiente, por ejemplo, arropado por el peso liviano de las buenas telas que cubren en la oscuridad a estos hombres ricos y malditos por siempre hasta la eternidad.
Si el buen Dios lo hubiera querido Benjamin podría haber muerto hace años al frente de algún comando, como su hermano Jonathan, participando en alguna batalla, alistado en cualquiera de los muchos frentes que su país ha venido abriendo en los últimos cincuenta años. Como su hermano mayor, el finado Jonathan, Benjamin podría haber dejado ya esta tierra que todavía pisa, y no haberse manchado sus manos con tanta sangre inocente. Alguna de las veces que participó en las incursiones transfronterizas a lo largo de la llamada guerra de Desgaste, entre 1967 y 1970, pudo haber encontrado una muerte heroica. Tres años desaprovechados por el buen Dios para quitarlo de en medio. Demasiado tiempo sin hacer nada por parte divina. Tuvo Dios la coartada perfecta a tales efectos en cualquiera de los intercambios de disparos, bajo alguna bomba enemiga también, y nadie se hubiera enterado. He de admitir que un final así , tan violento, no es el deseable por el buen Dios al que su muerte sugiero (observo en esta plegaria la misma contradicción que tu, pues dirás con razón que otros miles están muriendo en el infierno de Gaza que Benjamin ha creado meticulosamente para ellos, los gazatíes, sin que el buen Dios lo impida y que por tanto cómo es posible que el buen Dios no aplique la misma receta mortuoria a quien tanto daño causa), pero a la vista de que no lo decidió con tanta circunstancia favorable no debiera dejar pasar ahora ni un solo minuto para encargarle a la Parca lo que mejor sabe hacer.
Si el buen Dios lo hubiera considerado oportuno, y a sabiendas, que el futuro de este bestia sería básicamente destruir miles de vidas humanas, conducir a otras muchas más al peor escenario inimaginable cual es el del hambre, la desesperación, la huida a ningún sitio, la denigrante negación de la condición humana, la nada, podría haberle ocasionado la muerte que hubiera evitado el horror que conocemos. No sería la primera vez que el buen Dios dictara un final así, excepcional para un asesino excepcional, al margen de los que debe permitir, dictar, tolerar todos los días a lo largo y ancho de este mundo. Permitió y ordenó la muerte de su hijo, su ser más querido, tras un proceso de burla y escarnio públicos a todas luces injusto, cómo no la de este tipo, aniquilador de inocentes y desarmados, de mujeres y hombres sepultados bajo los tabiques y techos de casas deshabitadas por causa de lluvias que dicen son como tormentas de bombas y proyectiles cada una de las noches de los dos últimos años.
Yoav Galant, si el buen Dios quiere, podría morirse también esta noche, o mañana a cualquier hora del día. Misma muerte que su jefe de gabinete, a ser posible muerte dulce, casi imperceptible por quien duerma a su lado, o conduzca, con sombrero de plato, su coche oficial todos los días, o le desee buen apetito a la hora de su desayuno en un céntrico hotel de lujo de la capital, o le abra la puerta del gimnasio al que acude las mañanas sin otra cosa que hacer que, ahora, desde que abandonó su puesto de general de la guerra o ministro de defensa israelí hasta hace bien poco, le distrae y tonifica.. Claro que el buen Dios también podría aplicarle la misma receta que este salvaje militar aplicó en estos meses, la de la muerte de los palestinos por inanición. En cualquier caso estaría bien que el buen Dios hiciera algo en la línea ya argumentada.
Si el buen Dios quisiera, el actual ministro de Defensa, Israel Katz, podría palmarla (se merece el verbo) gritando en un mitin, rodeado de sus fieles seguidores los extremistas colonos que invaden la Cisjordania todos los días desde hace muchos años, desde que Israel fuera responsable de los transportes y la agricultura israelitas y animara a tales acciones. Tal vez el hecho de su origen foráneo, ninguno de sus padres (que los tuvo) eran israelíes, haya sido un factor que le haya espoleado a superar en bestialismo a los más bestias del lugar, sea este la Knéset, una calle de Mea Shearim, o sentado en los asientos de cualquiera de los autobuses para hombres, en los que las mujeres no entran, gracias en parte al propio Katz, defensor y promotor del segregacionismo llevado a su índice más mezquino. Sería una muerte, si el buen Dios lo quisiera, muy llorada por quienes se dedican a llorar en los funerales propios escondidos tras los caireles que les distinguen de quienes no.
Si el buen Dios lo hubiera querido Noor Al-Din Sobhi Misgah Saqr , con 8 años recién cumplidos, podría seguir corriendo entre ruinas con Remi Wasim Rabi Bakir , un año menor, y Eileen Jihad Hamada Al Bakri andaría sus primeros pasos por entre las piernas de sus mayores, tal vez entre las de Seif Al Din Rami Masoud Dabbash, el mayor de ellos. Si hubiera querido el buen Dios sus nombres no estarían escritos en las listas de la infamia, no figurarían entre los casi 18.000 niños y niñas muertos bajo las bombas y la metralla que Benjamin, al que el buen Dios podría hacer morir mañana, sin más demora, ordena lanzar día tras día, en la terrible oscuridad de cada noche de la que él nunca jamas debería volver, si el buen Dios así lo quisiera.