Hace poco salió a la luz un informe elaborado por FOESSA y Cáritas sobre la primera radiografía social completa de la crisis de la Covid-19 en toda España, contando con el trabajo de más de treinta investigadores procedentes de más de diez universidades y entidades de investigación social, y las conclusiones son nefastas.
Si la pandemia nos cogió con las secuelas aún de la crisis financiera de 2008, era de esperar que se incrementara la pobreza y la desigualdad. Lo que hace este informe (que puede consultarse en la web de Cáritas) es poner números a lo que nos temíamos y el resultado es demoledor.
La pobreza en España se está convirtiendo en un azote que no cesa y debería ser objeto de atención prioritaria en todos los ámbitos de la sociedad, desde el político al ciudadano. Si entre todos (los que mandan y los sumisos) dejamos que se enquiste, la pobreza va a ser más complicada de solucionar que la propia pandemia.
Los números del informe FOESSA-Cáritas hablan de seiscientas mil familias sin ingresos periódicos que permitan un mínimo de estabilidad, de casi 2 millones de hogares con precariedad laboral, de 2’7 millones de jóvenes entre 16 y 34 años inmersos en procesos de exclusión social intensa. Se ha incrementado la brecha de género, hay un apagón digital en 1’8 millones de hogares (la desconexión digital es el nuevo analfabetismo del siglo XXI), ha crecido la exclusión social en hogares con población inmigrante, la diferencia entre ricos y pobres se ha acentuado un 25% más que en la crisis de 2008, un tercio de las familias se han visto obligadas a reducir el gasto dedicado a alimentación, ropa y calzado.
La lucha contra la pobreza en España debe ser ya una prioridad para todos, por una cuestión de justicia, de humanidad, de dignidad y de la propia capacidad de recuperación de nuestra sociedad después de la pandemia. Es algo que debemos exigirnos como sociedad y que debemos exigirles a todos los políticos y políticas.
A nivel personal debemos reflexionar profundamente sobre nuestro papel en esta situación. Ya es hora de sacudirse de encima tanto individualismo estéril y arremangarse. Las políticas sociales serían mucho más efectivas si encontraran una sociedad receptiva y sensible con los que padecen esta lacra. El egoísmo y el egocentrismo nunca hicieron posible la salida de situaciones precarias. Los valores morales, y no los valores en Bolsa, acompañaron desde siempre a la ayuda mutua y la cooperación en la superación de las crisis sociales. Y la pobreza es una crisis social aguda.
Manuel Ruiz
Quien a buen árbol se arrimaPobreza: el azote que no cesa
Hace poco salió a la luz un informe elaborado por FOESSA y Cáritas sobre la primera radiografía social completa de la crisis de la Covid-19 en toda España...