Al contrario de la leyenda, esta es la historia de un emperador empeñado en demostrar su desnudez, su incompetencia, sin que sus compañeros lo aprecien públicamente. Pablo Casado, líder del principal partido de la oposición y, por tanto, candidato a próximo Presidente del Gobierno, viene mostrándose como es, un joven escasamente preparado para nada, sin que sepamos el motivo de mantener esa posición. Es difícil hacerlo tan mal y el asunto de la carne de Garzón, más allá de la poca habilidad o lo cierto de los argumentos del ministro, es un ejemplo más.
Casado ha dilapidado la ventaja electoral que le otorgaban las encuestas mientras coincidían la subida de la luz y los malos resultados económicos, fruto de la inflación y la deuda, que lastran el presupuesto y dificultan el efecto positivo de los fondos europeos. Al mismo tiempo, la nueva ola del virus añadía el colapso sanitario a otros conflictos sociales que no pueden taparse con la suave reforma laboral. Este panorama pone contra las cuerdas al Gobierno por lo que el PP va ganando peso territorial, en su estrategia para encadenar victorias autonómicas que desemboquen en la Moncloa. Pero, sin embargo, las encuestas nacionales dicen que el PSOE no se hunde, que Vox mantiene una base sólida, sin la desaparición que pronosticaba el PP, y que se añade la España Vaciada, que podría diezmar a Casado al nacer en territorio conservador.
El problema del PP es quien llegó a ser su presidente sin experiencia ni crédito. Las contradicciones y errores del Gobierno y otras circunstancias lo auparon a una posición privilegiada pero él, con la inestimable ayuda de su lugarteniente, se ha encargado de demostrar que no es que el traje le quede grande, sino que va desnudo. Hay numerosos ejemplos de ello. En la polémica sobre las macrogranjas, en lugar de defender a las pequeñas explotaciones ganaderas de calidad, se alinea con los grandes industriales. Ante una reforma laboral que cuenta con el respaldo de la CEOE y que, además, convalida en gran parte la reforma de Rajoy, se muestra en contra en lugar de celebrarla como propia.
Casado es especialista en perder oportunidades, desaprovechar ventajas y cometer errores cuando ni siquiera debería hablar. Se muestra tan desnudo como se sabe y, con este emperador, el problema para el PP es que cada cita electoral sea una nueva oportunidad de demostrar su incapacidad. Más les valdría acelerar su caída y evitar que la agonía les haga perder, no solo confianza sino también, poder.