Unos meses después de la muerte de Franco, Jaime Chávarri estrenó "El desencanto", un desgarrador relato sobre la hipocresía de las relaciones personales y familiares y, sobre todo, un retrato de la descomposición del régimen a base de desenmascarar a uno de sus intelectuales orgánicos. Las críticas y el rechazo de muchas mentes biempensantes del franquismo impidió comprender que, al mostrar cómo se desmoronaba cierta imagen de España y sus valores, la película analizaba sus causas últimas y, por tanto, la raíz de un "desencanto" nada pasajero ni arbitrario.
Quizás en estos momentos, recordar las conversaciones de los Panero pueda ser más útil que muchos de los análisis que se están haciendo sobre el 28M, sobre todo de cara a afrontar el 23J en mejores condiciones, tanto para unos como para otros.
A nivel nacional, ya que la campaña se ha desarrollado en este marco, los partidos que han formado parte del Gobierno manejan una lectura impregnada de despecho, sorpresa e impotencia: "habiéndonos hartado de explicar las bondades de nuestra gestión, las únicas explicaciones del desastre pueden ser la campaña en contra de los medios ultras, que los españoles no han notado aún los efectos de los buenos datos económicos o simplemente que los votantes no saben votar". Por tanto, nada mejor que emprender una segunda campaña basada, al menos por ahora, en emociones negativas (el miedo a la derecha), presentándose como el dique de contención al "fascismo". Por otro lado, el PP y Vox, triunfantes y sorprendidos por la jugada de Sánchez, piensan que el trabajo ya está hecho y que les basta con alargar su campaña de "Antisanchismo" hasta Julio, ignorando los motivos reales del adelanto (que va a haber una fuerte disputa por muchos escaños) y que la diferencia real del pasado domingo no fue tanta como refleja la pérdida de poder institucional, por lo que una pequeña movilización en su contra puede dejarlos como estaban.
Si nos fijamos en lo nuestro, en Jaén, quienes recibieron la mayoría de los votos siguen creyendo que su resultado supone un refrendo a su gestión pero que les ha castigado el "marco nacional", lo que supone la misma contradicción que lamentarse de dicho marco pero justificar el crecimiento de Jaén Merece Más por la capitalización del voto del malestar social jaenero. Mientras, quienes han quedado segundos piensan en gobernar gracias a la clave nacional (esperando la entelequia de unir el color azul en los Gobiernos local, autonómico y regional), como si alguna vez esa situación nos hubiera sido propicia, olvidando lo poco que han aprovechado el rebufo del ahora necesario Moreno Bonilla. El resto, en la situación que sea, siguen mirando la abstención como ese monstruo creado por "los poderes" para doblegarlos a ellos, sin verse a sí mismo reflejados en ese espejo, y a la población que decide no votar como una consecuencia de la insuficiencia o la debilidad de su propuesta concreta.
Acostumbrados todos a interpretar los acontecimientos a través del relato, y de quien lo controla, vemos lecturas de los resultados electorales, y de lo que pasará en unos días, que poco tienen que ver con la realidad, esa realidad que la mayoría de las veces no supone más que un verdadero problema, por el mero hecho de existir. Sin embargo, al común de los mortales nos da algo de vergüenza, aunque sea ajena, escuchar semejantes justificaciones.
Con estos análisis, y con unos datos que no mienten, la siguiente campaña tiene bastantes probabilidades de ser una perseverancia en los mismos errores, puesto que se están estableciendo nuevos relatos basados en los anteriores, no en la realidad. Partamos del hecho de que lo importante no es quien gana, porque en España, y por más que se intente reforzar a los dos grandes partidos, las mayorías absolutas no van a estar presentes en un tiempo. Por lo tanto, el dato fundamental es si PP y Vox sumarán 176 escaños o no. El voto del 28M y las encuestas posteriores nos dicen que cabe esa posibilidad aunque no es segura, ya que la distancia es muy pequeña y cualquier acontecimiento puede alterar el resultado en un sentido u otro. Necesitaríamos, por tanto, una confrontación entre lo que se suponen que son dos propuestas de gobierno distintas y no los relatos que estos partidos no están contando, que nada tienen que ver con la realidad.
Si el Gobierno nos advierte de que o se les vota a ellos, a cualquiera de sus siglas, o llegaremos al Gobierno de una "extrema derecha", algo que está demostrado que ya no da miedo, es que su relato falla. Si nos quiere hacer creer que todo depende de la terrible campaña de unos medios parciales (¡vaya novedad!), cuando ha tenido en su mano el BOE, nos muestra su debilidad. Si ningún momento nos cuenta que nos ofrece para España pero se empeña en loar unos méritos que las encuestas muestran que no convencen a una mayoría de la población, es que sus logros no han tenido los efectos que ellos creen.
Cuando se recurre al miedo, se está aceptando que se trata del único recurso para activar a sus votantes o a sus posibles votantes, aquellos que se supone que han recibido el beneficio de sus políticas, y que constituyen la población más interesada en mantenerte en el Gobierno ¿No es, por tanto, lógico pensar que sus méritos no serán tan reales, por cómo afectan a la población, como ellos creen?
Si a esto se le añade la lectura de que la supuesta "ola conservadora" se produce por el voto "erróneo" de mucha población, es difícil convencer después a esos mismos a los que estás reprendiendo. ¿Los resultados te dicen que la gente se equivoca por no votarte o que tú te equivocas al pensar que deben votarte? ¿Por qué tú eres más inteligente que la población y te conviertes en "dique de contención" frente al voto de la gente? Demasiadas dudas que representan un relato que puede apuntar a derrota y a profecía autocumplida.
En la oposición el relato es más sencillo, aunque igual de falso: la culpa de todo la tiene Sánchez, una especie de diablo, y su salida solucionará mágicamente los problemas de España. Como si fuéramos idiotas…
Es el momento de dejar los relatos, los cuentos y las lecturas interesadas para analizar la realidad más allá de los partidos. Cada uno debe entender, para empezar, que sólo representa al porcentaje de votos que obtiene, ni más ni menos, y que ese resultado se debe, casi siempre, exclusivamente a los méritos propios, para bien y para mal. Si una idea no interesa o no ilusiona, no depende del receptor, sino de la idea y si el relato solo describe un problema pero sin llegar a ser solución, no es útil y por tanto se rechaza. Así de simple, porque lo difícil es pretender engañar a tanta población.
El problema es que aunque los relatos surgen para intentar ocultar la realidad a los votantes, funcionan también en la otra dirección y son capaces de tapar la realidad para los partidos. Así, cuando llegan momentos como éste, nos encontramos con mucho analista, consultor y político sorprendido e incapaz de explicar de dónde viene la frustración, el miedo, el malestar, el desencanto, etc., y tienden a inventar explicaciones a esos fenómenos con nuevos relatos. Pero, como en la película de Chávarrí, el desencanto ya estaba ahí, larvado, con sus motivos y sus consecuencias. Solo había que retirar los relatos superficiales y verlo.
Los partidos deben enfrentarse a su espejo, los resultados, sin relatos, sin cuentos ni engaños. No conocer a los que dices pertenecer, te convierte en otro, te aleja de ellos, por lo que inventas un relato para acercarte pero, a partir de ahí, ya no puedes pretender representarlos. Al contrario que el relato, la realidad, tozuda y no siempre agradable, nos acerca a donde queremos, o debemos, estar aunque éste no sea siempre el destino que hubiéramos esperado.