Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Desgobierno general

Este 22 de diciembre el sentimiento generalizado ha sido la indignación. La frase más repetida este "día del Gordo" no ha sido esta vez "¿te ha tocado algo?...

Este 22 de diciembre el sentimiento generalizado ha sido la indignación. La frase más repetida este "día del Gordo" no ha sido esta vez "¿te ha tocado algo?" sino un "y ahora otra vez la mascarilla". Y es que el hartazgo ante el bochornoso espectáculo de dirigentes incapaces está llegando a niveles irrecuperables.
Es evidente que los contagios se han multiplicado exponencialmente y que ello requiere una actuación contundente pero no se entiende que la respuesta de nuestros gobiernos, del estatal y de cada Autonomía, sea la que hemos presenciado. Da igual el partido o el gobierno que se mire porque la negligencia y el anteponer los intereses particulares han sido generalizados.
Ya tras la primera ola era evidente la necesidad de un plan nacional de salud actualizado. Un análisis del sistema público de salud revelaba múltiples insuficiencias y lo urgente de una inversión que no solo recuperara los niveles previos sino que complementara los servicios afectados por la pandemia. Es decir, una reacción a la altura de la catástrofe que evitara que volviésemos a sufrir la falta de recursos y personal. Sin embargo, lo que nos hemos encontrado es justo lo contrario.
La presión asistencial, especialmente en primaria, ha aumentado hasta hacerse insoportable en todo el país. El volumen de pacientes no es asumible por el sistema público y se ha aprovechado para desviar pacientes, y beneficios, al sector privado. Cuenten ustedes: 8.000 sanitarios despedidos en Andalucía, 5.500 en Madrid, 3.500 en Murcia, 3.000 en Valencia, 2.700 en Castilla-La Mancha, 1.500 en Extremadura, 1.200 en Galicia, etc. Más de 25 mil, que sepamos, mientras se llama y se celebra que vuelvan a trabajar sanitarios jubilados. Así es imposible atender ni al COVID ni al resto de patologías.
Al mismo tiempo, se han construido mitos como si la pandemia hubiera terminado: que el objetivo de la vacuna era evitar el contagio (cuando es reducir la letalidad y el riesgo de transmisión) o que si todo el mundo cumpliera todas las normas, no habría contagios (como si fueran consecuencia comportamientos incorrectos).
Ahora, cuando llega una nueva ola, a una población confusa, que recibe información contradictoria de los medios, sin una Atención Primaria a la que acudir y que ya cumplió con las medidas ejemplarmente, se le aplican medidas absurdas. Nada de una actuación coherente con cribados, refuerzos de personal o test generalizados; apostamos por mascarillas en exterior y el autocuidado. El desgobierno general.