Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Esfuerzo, el nuestro

A estas alturas uno ya no se indigna, o al menos lo intenta, ante cualquier patochada o improperio que lee u oye en la esfera pública. Conocemos a quienes...

 Esfuerzo, el nuestro

Foto: EXTRA JAÉN

Isabel Díaz Ayuso.

A estas alturas uno ya no se indigna, o al menos lo intenta, ante cualquier patochada o improperio que lee u oye en la esfera pública. Conocemos a quienes viven de la provocación, sin tener nada más que aportar a los demás. Sin embargo, si se oye que "a los jóvenes les falta cultura del esfuerzo" y que "... la educación en España en un gran fracaso, regalando los aprobados e igualando a la baja...” saliendo de la boca de Isabel Díaz Ayuso, se sobrepasan todos los límites. Sí, estamos hablando de la amiga de Casado, al que le regalaron demasiadas cosas además de la carrera y el máster; de la hermana del comisionista de los 238 mil euros y de alguien que no ha trabajado en su vida, aunque lleve 15 años dada de alta en el PP.

Ayuso podría haber criticado el problema educativo de España, la ausencia de equilibrio entre la demanda de FP y las plazas disponibles, la falta de oportunidades laborales, los bajos salarios y la precariedad en los jóvenes, etc. Pero se le ocurre hablar, a ella precisamente, de falta cultura de esfuerzo. Quizás no se haya enterado de que en nuestro país hay 1,2 millones de titulados universitarios en riesgo de pobreza, el 10%, casi el doble que en 2008. Vivir en riesgo de pobreza significa que ingresan menos de 9.626 euros anuales o 12.514 si tienen un hijo. Si a ese millón le sumamos otros dos millones de personas con formación profesional y sin ingresos, nos encontramos con el verdadero problema social, laboral y económico del país. Pero quizás para Ayuso esto no sea un drama generacional sino la constatación de que los jóvenes son vagos. Bendita criatura.

El problema de verdad, más allá de la chulería de la presidenta madrileña, es la estrategia de enfrentar a generaciones, a viejos con jóvenes, mientras se sigue expropiando rentas a la gran mayoría de la población. Y a esta estrategia se contribuye tanto cuando se da pábulo a este tipo de barbaridades como cuando se crítica esta situación y se ofrecen las ineficaces soluciones habituales.



Estamos demasiado acostumbrados a dos lecturas interesadas, y totalmente falsas, cuando hablamos de los niveles de desempleo y las oportunidades de futuro de nuestros jóvenes. Desde el ámbito educativo, se nos repite que hoy en día es necesario actualizarse continuamente para poder aspirar a un empleo. Es decir, es imprescindible que quien quiera trabajar no dude en formarse y educarse, en nuevas y variadas aptitudes, gastando en ello el dinero que sea necesario. Si no lo hacen, porque no disponen del tiempo ni del dinero para hacerlo, se les acusa de ser unos conformistas que no aspiran a una carrera profesional con horizontes de futuro. Hablamos en ese caso, de trabajadores casi caducados, que no pueden aspirar a un trabajo en el competitivo mercado laboral moderno.

Desde el ámbito laboral, se suele repetir que hay mucho trabajo pero no hay gente preparada. Es decir, volvemos a poner en duda la formación y actitud de nuestros parados y precarios, incluso de trabajadores activos amenazados con un despido o un traslado. Así, no es extraño que todos tengamos amigos que se han reciclado tantas veces que uno ya no sabe ni para que se han preparado. Y a pesar de ello, siguen buscando algo mejor, un sueldo y unas condiciones dignas.

Desde estas perspectivas, además de que se hace únicamente responsable de cada situación al propio individuo, por vago o por inútil, se olvida toda la complicidad de tanto responsable público, de tanto empresario que utiliza los ERES como única vía para aumentar sus beneficios, de tanto servicio de empleo ineficaz y de tantos sistemas de formación destinados únicamente a crear un nuevo sector de beneficio privado. Y, lo que es peor, condenamos a una generación entera, y las que vengan por detrás, a la precarización de su trabajo, y por tanto de sus vidas, con lo que esto conlleva para el resto de nuestra sociedad. ¿Alguien cree que sin mejores sueldos, sin trabajos más estables, es posible despertar económicamente en ciudades como Jaén, tan necesitadas de reactivar el consumo?

Obviando, con mucho esfuerzo, a Ayuso y sus bravuconadas, la verdad es que no es posible hacer propuestas de creación de empleo y de futuro para nuestros jóvenes sin cuestionarnos el tipo de relaciones laborales que queremos permitir y sin ligar el proceso productivo con el redistributivo. Porque por mucho que intenten vendernos que la modernidad y el sano individualismo son el reflejo de esta época de continua aceleración, lo que intentan es lanzarnos a competir por los escasos puestos de trabajo seguros que permiten, lo que implica dejar a mucha gente fuera, supuestamente caducada y que ya no sirve. En esas condiciones, poco futuro tendremos aunque mientras unos cuantos se harán bastante ricos.

El esfuerzo que debemos afrontar es no enfrentarnos entre nosotros para conseguir un futuro conjunto, además del que ya hacemos aguantando esta situación y soportando a estos personajes.