Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Hipocresías y contradicciones

Ya ha empezado el Mundial de Qatar. Un Mundial diferente pero al que rápidamente, una vez han empezado los partidos, se intentará etiquetar...

 Hipocresías y contradicciones

Foto: EXTRA JAÉN

Mundial de Qatar.

Ya ha empezado el Mundial de Qatar. Un Mundial diferente pero al que rápidamente, una vez han empezado los partidos, se intentará etiquetar, no sólo de normal, sino posiblemente de uno de los mejores de la historia. Si, un Mundial muy normal: en Noviembre, sin casi preparación, con jugadores lesionados por culpa del calendario atroz, sin mujeres ni homosexuales, al menos visibles, pero con aficionados a sueldo y sin cerveza (salvo en las salas VIP),que no llenan ni de lejos unos estadios construidos sobre la corrupción y la sangre de 6.500 obreros y para mayor loas de una dictadura islámica fundamentalista.

En los últimas semanas, se han empezado a escuchar dudas en la opinión pública sobre la conveniencia de celebrar un evento de esta dimensiones en Qatar, como olvidando que la elección de la sede se produjo en diciembre de 2010, casi nada, y en todo este tiempo poco o nada se ha dicho y los pocos que han protestado (futbolistas noruegos, algunos alemanes,...) han sido silenciados. Se trata de un comportamiento muy típico de nuestra sociedad, y el fútbol, como tantas otras cosas, no es mejor ni peor sino un reflejo del mundo donde vivimos. El motor de muchos de los acontecimientos de nuestra vida social son el egoísmo, la violencia y la hipocresía pero, aún sabiéndolo, preferimos utilizar una doble moral para cabalgar nuestras contradicciones.

¿Se puede sorprender alguien de que este enorme negocio (desde la FIFA a la UEFA, pasando por cada una de las grandes ligas y sus clubs más importantes) esté basado, y sustentado, en el blanqueo de capitales, la evasión de impuestos, las empresas fantasmas y la corrupción generalizada? ¿No sabemos de conductas delictivas de protagonistas ante las que nadie dice nada? No, no miren para otro lado ni piensen que su equipo se libra de esto. Lo sabemos y es así. Otra cuestión es si, a pesar de ello, podemos disfrutar de un deporte que nos apasiona. Pues sí. Todos tenemos contradicciones y no podemos escaparnos de nuestros deseos más humanos, los que nos acompañan desde que de pequeños empezamos a golpear un balón. Lo único deseable, por nuestro bien, es no engañarnos.
Qatar es el escenario del Mundial 2022 por un poder multimillonario de corrupción y violencia. Es uno de los Estados más crueles del mundo, una dictadura en la que rige la la sharía (Qatar) y cuyos gobernantes necesitan un lavado de imagen. Nada alejado de los negocios habituales de la Federación española en Arabia Saudí, de los jeques que dirigen importantes clubes europeos u otras historias más cercanas, como los amigos del Rey Emérito. ¿Nos vamos a sorprender de esto? Nadie decía nada cuando Fly Emirates patrocinaba al Arsenal o Qatar al mismo Barça. Forma parte tanto del fútbol como del mundo en que vivimos y no por ello vamos a dejar de disfrutarlo.



Sin embargo, no aliviemos nuestra mala conciencia culpando a otros. La responsabilidad de que se juegue en Qatar no puede ser de los jugadores o de los cantantes que participan en las ceremonias. ¿Acaso la prensa ha dicho algo en estos 12 años? ¿Han denunciado los grandes medios los negocios que escondía este Mundial? No, se limitan a reproducir las vergonzosas declaraciones del presidente de la FIFA sin una pregunta que pueda molestarle.

Este es nuestro mundo y este es el fútbol que tenemos, el que también nos gusta. Yo veré los partidos olvidando en esos noventa minutos las miserias y los crímenes que esconde, para después contemplar las contradicciones que soporto.