Un fantasma pesimista recorre Jaén, lo que no es ni nuevo ni nada de lo que no participe activamente. La ausencia de cambios positivos y de proyectos capaces de reconducir la situación socioeconómica y el persistente abandono por los distintos gobiernos justifican esa percepción. Vivimos permanente al borde de un abismo, sin poder imaginar un futuro mejor, y hemos aceptado resignadamente el fin de la promesa de que, al menos aquí, "nuestros hijos podrán vivir mejor que nosotros", sin saber cómo ha pasado esto.
Ante unas nuevas elecciones, harta el cansino repetir de las mismas promesas que sabemos que no se cumplirán, de los mismos proyectos que no se realizarán y de las mismas caras, duras ya como el cemento. Nuestro particular "día de la marmota" se nos antoja inevitable, cerrando toda posibilidad de futuro en nuestra ciudad. Y aunque la percepción distópica del mundo sea generalizada, sentimos que en Jaén será peor, sumando al catastrofismo un poso de impotencia e inmovilización del que, al mismo tiempo, renegamos y participamos.
¿Cuáles son las consecuencias de esta forma de mirarnos? Por un lado, pensar que no vamos a vivir mejor, ni más felices, ni con más posibilidades, nos impide imaginar escenarios alternativos. Si no podemos cambiar nada, nos paralizamos y nos incapacitamos, resignándonos al conformismo, a la queja y a una nostalgia que anhela conservar lo poco que queda. Por otro, esta incapacidad para actuar propicia al mismo tiempo que nada cambie. Ante la imposibilidad de influir en Jaén y en su futuro, no hacemos nada, con lo que irremediablemente Jaén será un lugar cada vez peor. Porque, y por último, lo que no siempre entendemos es que nuestro nihilismo es funcional a muchos niveles, para todos aquellos que viven de que nada cambie. Hay partidos, empresas y personajes que han hecho carrera y negocio de que Jaén se quede como está, de que nadie levante la voz ni cuestione el porqué estamos así.
Mientras los mismos que hacen promesas, nos repiten que que no pasa nada y mantienen el declive, perpetuando el miedo y la parálisis, quienes no tenemos perspectivas de futuro, ni certezas que nos animen a actuar, nos lavamos las manos y disculpamos nuestra comodidad y conformismo.
Si no somos capaces de superar la resignación e imaginar otro Jaén, no vamos a poder actuar y asumir nuestra responsabilidad porque, al menos generacionalmente, creo que ha llegado el momento de decidir si queremos dejar a nuestros hijos esta ciudad u otra mejor.
Manuel Montejo
Sobre nuestras piedras lunaresImaginar otro Jaén
Un fantasma pesimista recorre Jaén, lo que no es ni nuevo ni nada de lo que no participe activamente. La ausencia de cambios positivos y de proyectos capaces de