Quedan apenas 60 días para que se celebren las elecciones municipales y la campaña, que siempre dura más de lo que marca la ley, anda ya desbocada. A diario, los candidatos nos muestran una sobreactividad que seguramente desaparecerá tras el 28 de mayo, intentando abarcar todos los actos posibles y aparecer en las fotos más originales. Nada que reprochar pues es el momento en que el deben darse a conocer, ellos y su proyecto, sus propuestas y soluciones a los problemas de Jaén. Aunque sea cierto que en nuestra sociedad, tanto en política como en cualquier aspecto, todo se reduce en ocasiones a una simple exposición estética, como si bastara una imagen y un titular vacío para administrar una ciudad, tampoco podríamos hablar de una campaña electoral sin comunicación ni marketing político. Quizás lo único que debería exigirse es un adecuado equilibrio entre ambas, entre imagen y programa, entre forma y contenido, no solo para hacer más llevadero lo que nos espera, sino para que sirva de algo al ciudadano, objetivo último de la política.
Una vez se han acabado las luchas intestinas por los puestos en las listas, o al menos en la mayoría de ellas, los ganadores de la pelea partidista se lanzan a convencer al resto de la población de las bondades de su propuesta, de su capacidad y brillantes ideas, no siempre originales. Estas promesas son parte de lo que nos espera. Si hiciéramos el esfuerzo de analizarlas con algo de seriedad nos daríamos cuenta de que gran parte de las propuestas para Jaén son directamente irrealizables, bien por falta de capacidad (económica u organizativa) e incluso por carecer de competencias legales o administrativas para ejecutarlas. Pero ello no es óbice para que nuestros candidatos las repitan en cuantas reuniones, notas de prensa y actos estén presentes. Quizás estas promesas vanas no sirvan más que para "dibujar" un escenario, un horizonte de esperanza hacia el que cada candidato confía llevarnos.
A lo largo de la campaña también nos espera que los candidatos escuchen a vecinos y colectivos en múltiples reuniones, asegurando que sus problemas no se repetirán bajo su mando. Sin embargo, no nos dirán cómo ocurrirá esto. Esta es la forma en la que los candidatos nos reconocen que, aún sin tener solución alguna para los problemas de la ciudad, de sus barrios, de sus trabajadores y sus parados, de sus pequeñas empresas y autónomos, de todos sus vecinos, al menos les prestan atención y esperan que de alguna manera se solucionen, lo cual, dicho sea de paso, es más de lo que han hecho otros Alcaldes con anterioridad.
Este tipo de no-promesas son de agradecer porque lo menos que se le puede pedir a quien no tiene soluciones a un problema es que no prometa lo que sabe que no cumplirá. Posiblemente un aspirante a Alcalde deba tener en su repertorio algo más que una palmadita en la espalda pero, al menos, es saludable que no mienta. Sin embargo, para otros candidatos no se trata sólo de evitar mostrar su falta de capacidad sino del paternalismo de quien menosprecia esas preocupaciones o, peor aún, culpa al ciudadano de sus problemas, aunque eso si, compadeciéndose de su desgracia y "perdiendo su" tiempo en escucharle. Sin duda, todo un ejemplo del Alcalde que será.
Estas escenas, y otras tan poco edificantes, son las que nos esperan en los próximos días. Tras despellejarse por un puesto electoral, los candidatos intentarán encandilarnos con lo que han hecho o lo que harán o, más tristemente, con lo que esperan que pase mágicamente. Todo ello mientras parecen no ser conscientes de que en esta ciudad del sur del sur de Europa, en el momento de crisis global que atravesamos, con la amenaza del colapso medioambiental y energético y con un incierto futuro económico, nuestras vidas transcurren en un complicado mundo precario, en lo laboral, en lo económico, en lo social y en lo familiar. Y va a costar mucho salir de ahí, dado que seguimos inmersos en la trampa de la deuda, del elevado desempleo y la falta de inversión de las Administraciones Públicas. La precariedad es no saber que va a ser de tu presente y tu futuro, y el de los tuyos. Cambiar de expectativas porque no sabes que ocurrirá mañana, vivir en la inestabilidad y la incertidumbre. Y, por tanto, para solucionarlo necesitamos un horizonte, un proyecto, y menos palabras vacías, gestos huecos y palmaditas en la espalda.
Si no tienen esto en cuenta tampoco entenderán lo que ha ocurrido en las últimas elecciones y puede seguir pasando en las próximas. La abstención gana al resto de opciones políticas y gana porque la mayoría de la población no encuentra ningún motivo para votar: porque no creen o conectan con ningún partido o candidato, porque creen que es indiferente para sus vidas quien gobierne, porque están descreídos, con razón, de las promesas electorales, etc. Es muy fácil atribuirse a uno mismo la capacidad de saber "lo que piensa el pueblo, la gente, etc." pero, misteriosamente, los resultados muestran año tras año que lo que los candidatos dicen no coincide con lo que expresan los procesos de decisión.
En definitiva, se trata del fracaso de los políticos y de la propia campaña, que no tiene utilidad cuando la mayor parte de los jiennenses, que seguro que tienen una opinión y una opción al respecto, termina dando la espalda a la decisión de quien dirige Jaén.