Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Ni somos idiotas, ni debemos parecerlo

En estas semanas se ha hablado mucho de personas mayores, especialmente por la campaña de recogida de firmas para pedir a los bancos que no les traten como ...

En estas semanas se ha hablado mucho de personas mayores, especialmente por la campaña de recogida de firmas para pedir a los bancos que no les traten como idiotas, ya que la digitalización no está al alcance de todos. Son campañas que remueven conciencias y despiertan indignación pero que pueden hacernos caer en lo simple. No se trata de empleados de banca "sin corazón" sino de un modelo que maximiza beneficios sin importar las consecuencias y, desgraciadamente, todos en mayor o menor medida contribuimos a ello.
Criticamos que los bancos cierren miles de oficinas, que haya gestiones que sean sólo "online" o por cajeros, que la atención presencial tenga horarios limitados, etc. Nos responden que debemos adaptarnos a la digitalización y a la rentabilidad del tiempo. Pero es mentira porque detrás de todo ello está el aumento puro y duro del beneficio empresarial a través de ajustes de empleo, cierre de oficinas físicas y la apuesta por la digitalización, la concentración de todo un sector en unas pocas entidades, la eliminación de la competencia y, a la larga, la creación de un monopolio imposible de controlar.
Nadie lo impide. Ni quien puede hacerlo, el Gobierno, que aprueba las fusiones y que se apropien (o no devuelvan, que es lo mismo) las ayudas públicas. Ni unas plantillas, y sus sindicatos, que deberían negarse y estar en pie de guerra pero que terminan cediendo y negociando ante la amenaza del despido. Ni unos usuarios que finalmente se adaptan y participan del modelo. No es el único sector en el que pasa pero si es de los más llamativos.
Únicamente cuando se lanzan llamadas de alarma, como esta campaña, se dice públicamente que se estudiará hacer cambios o se propone un marco legislativo que ayude a acabar con la exclusión financiera. Palabras vacías porque el problema es de más calado.
Existen soluciones, si, pero implican valentía. Un ejemplo, nada difícil ni revolucionario. Japón posee una banca postal (se acuerdan de ¿Caja Postal?), la institución financiera con mayores reservas del país, que tiene un doble objetivo: proveer acceso universal a servicios bancarios y financiar la reconstrucción nuevos proyectos industriales. Así, provee a zonas rurales y población envejecida de servicios bancarios y, al mismo tiempo, financia al Estado y aquellos que tienen más difícil acceder al crédito: jóvenes, proyectos de innovación, emprendedores, etc.
Despertemos y no nos dejemos tomar por tontos porque, además de no ser idiotas, no hay que parecerlo.