Sobre nuestras piedras lunares

Manuel Montejo

Si tanto te gusta, ponla junto a tu casa

En las últimas semanas, la polémica de las macrogranjas y Garzón, las elecciones de Castilla-León y la presencia del movimiento España Vaciada...

En las últimas semanas, la polémica de las macrogranjas y Garzón, las elecciones de Castilla-León y la presencia del movimiento España Vaciada, han puesto sobre la mesa el problema de la España rural y abandonada. Como en otros asuntos, hemos oído más ruido y discursos falaces que sentido común. Así, un debate trascendental como la cohesión territorial de España se reduce a la “libertad” para comer un chuletón al punto, estando en juego el futuro de miles de personas que se quedan sin servicios públicos, infraestructuras y trabajos dignos, condenadas a ser el vertedero de las grandes ciudades.
Al debatir superficialmente, obviamos una realidad más sencilla. Tenemos a señoritos que dicen salvar lo rural vistiendo de Louis Vuitton, como en "La escopeta nacional", y a urbanitas para los que todo lo que no es una capital de provincia es un tercer mundo, al estilo de "Los Santos Inocentes", donde disfrutar sus vacaciones. Pero lo que lo rural quiere es empleo de calidad, preservar su patrimonio y su futuro, sin llevarse nuestra basura; les falta fibra óptica, no luz o agua corriente.
Como muestra, un ejemplo: hace unos días se inició una recogida de firmas para detener la instalación de una macrogranja porcina en Solera, un pueblo de 200 habitantes de Sierra Mágina. Los vecinos no quieren perder más población ni tampoco calidad de vida, teniendo a sus afueras a más de 2000 cerdos, alimentados de grano importado y acumulando excrementos en una gran balsa desde donde se filtrarán a sus acuíferos. Si usted, como Casado o algunos presidentes autonómicos, defiende a la gran industria que promete fijar población y dinamizar económicamente los pueblos, sepa que esta macrogranja creará la increíble cifra de DOS empleos y dejará malos olores, suciedad, moscas y contaminación del agua para riego y consumo humano.
Depende del Ayuntamiento de Huelma, que debería recordar cómo en Escañuela tumbaron el proyecto de una orujera ante la presión social. Estas grandes empresas saben que es más fácil instalar sus proyectos contaminantes y molestos en pequeños pueblos donde hay menos resistencia social. El Ayuntamiento sólo debe señalar la ausencia de utilidad o interés social del proyecto, ya que ni siquiera el PP de Huelma querrá tenerla en su puerta.
Para los que opinamos desde lejos, cuando alguien nos defienda una macrogranja o cualquier proyecto similar sólo desde el interés económico, pensemos que fuera en nuestro pueblo y respondamos: si tanto te gusta, ponla junto a tu casa.