Tribuna

Rubén Beat

Retrospectiva

Como especie, entre tantos sacrificios, aún no hemos sacrificado la estupidez para ser felices

Hagamos un ejercicio de reflexión como sociedad. Analicemos el estado moral del mundo moderno tan lleno de riquezas y sin embargo tan vacío en seguridad, confianza, valor, generosidad y vergüenza. De los casi doscientos países que conforman las Naciones Unidas, ¿hay algún país que no se sienta amenazado por otro? Dentro de todas estas naciones, ¿qué clases sociales se encuentran satisfechas al estar provistas de todo lo necesario para vivir con dignidad? ¿Nos encontramos ante una flagrante agonía moral arrastrada desde varios siglos atrás hasta la segunda década del siglo XXI? ¿Es posible deshacernos de la infelicidad? Quizá nos hicimos humanos demasiado pronto, deberíamos haber seguido siendo "erectus" al menos un millón de años más, así habríamos tenido más tiempo para pensar qué queríamos hacer, si favorecernos unos a otros o destruirnos entre nosotros/as. No está clara esta reflexión. Quizá un poco más de tiempo en escala geológica, habría sido necesario. Hoy, toda la desgracia procede de querer ser demasiado humanos. Nuestros problemas provienen de querer vivir en paz, en condiciones laborales justas, con confianza, respeto, moralidad. ¿Somos demasiado humanos al desear y reivindicar la paz y la justicia? ¿Nos creemos demasiado humanos al querer ser felices? Si vivimos en este "lío de reglas sociales" y estamos obligados/as a cumplirlas, ¿por qué es tan difícil vivir en sociedad sin causarnos problemas unos a otros? Los códigos morales son fáciles de identificar: derechos humanos, igualdad, humanidad, leyes, contratos, etc. ¿Acaso es todo una ficción o una farsa? Como especie, entre tantos sacrificios, aún no hemos sacrificado la estupidez para ser felices. Entonces, ¿debemos aumentar aún más la estupidez? ¿Debemos crear nuevos códigos morales para que sea la estupidez quien gobierne el mundo?

Después de tantos miles de años no hemos conseguido profundizar en el abismo que separa nuestra animalidad de nuestra humanidad. Al borde de la catástrofe del cambio climático, la estupidez se pasea por el escenario del mundo como si siempre hubiera estado ahí. Y es que siempre lo ha estado. Estamos a tiempo quizá, de repensar la dirección moral que debemos tomar. La elección es sencilla, para algunos/as será la continuación de la destrucción. Para la parte humana, la elección es totalmente contraria a la estupidez.