El senderista loco

Miguel Ángel Cañada

Cerrada del Pintor: Un Edén perdido

La Cerrada del Pintor nos empapará de sueños, de “Edenes perdidos”, donde los animales dormitan a sus anchas en las horas de calor

 Cerrada del Pintor: Un Edén perdido

Foto: Miguel Ángel Cañada

Cerrada del Pintor.

Hay parajes cuya belleza desprende por sí sola un atisbo exótico, casi salvaje, pero el adentrarnos en ellos demuestra que, tras estas conjeturas físicas, realmente nos encontramos en un lugar indómito, donde observamos animales y plantas a la bella deriva del libre albedrío, coexistiendo paraje y naturaleza en un bello cuadro. Tal vez por eso hay una leyenda sobre el nombre de este lugar. Dicen que aquel estrecho barranco, por sus colores, la altura de sus paredes, el cristalino del agua del arroyo, formaron parte de un cuadro percibido y moldeado por el mejor pintor de la historia. Hay quien lo llama Dios; otros, Madre Naturaleza.

Estamos en el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, concretamente en la Sierra del Pozo, a los pies del Pico Cabañas y el Calar de Juana. He de advertir que este lugar está preservado por su valor ecológico como zona de protección A, por lo que es necesario un permiso especial para acceder a ella.

Ya situados, diremos que la Cerrada o Cañón, como lo llamamos en otros lugares, es una manifestación geológica monumental. El agua -a través de los años- va erosionando bocado a bocado aquellas rocas, formando unas concavidades y espectaculares callejones en las dolomías (*).



Como una cicatriz erosiva, La Cerrada del Pintor es una recóndita brecha sesgada a través de los tiempos por el Arroyo de los Tornillos de Gualay. Nos sentimos diminutos puntos paseando a través de una historia geológica en esta máquina del tiempo llamada curiosidad.

Avanzamos poco a poco entre altas paredes interminables. Al principio, los altos muros están bastante separados entre sí y el río toma su forma a razón del caudal acumulado, perdiéndose en ocasiones por el subsuelo para reencontrase más abajo con el sol.

Antes de adentrarnos, la fauna se componía de ciervas y sus crías con miradas curiosas y algún gamo con sus lunares blancos. Ya, en la Cerrada, avistamos, entre los roquedos y bien camuflado, un lagarto ocelado de gran tamaño. Dicen que es el más grande de Europa. Este bicho también parece pintado por un gran artista, combinando el verde, el negro, el amarillo y sus puntos azules, dándole un colorido sin igual. Las libélulas y caballitos del diablo nos dan la bienvenida a su hábitat revoloteando a nuestro alrededor. Debemos tener mucho cuidado con la víbora hocicuda. En caso de mordedura, su veneno es el menos tóxico de las tres especies venenosas en España y, aunque su mordida no es mortal, se precisa de asistencia sanitara para un tratamiento adecuado.

Llegamos a la parte más angosta del lugar. El agua se encajona tranquila, sin ninguna prisa. Aquí no hay dónde sortear el arroyo: si quieres seguir tendrás que cruzarlo a nado.

El agua, siempre fría y cristalina, despierta en nuestra piel nuevas sensaciones contradictorias: la de querer atravesar rápido, pues el dolor atroz irrumpe en los músculos como miles de alfileres clavados sin piedad, y la de no querer terminar de observar un lugar tan fascinante; ¡menuda paradoja!
Cuando has visitado esta Cerrada, la fotografía enmarcada en el archivo del recuerdo es la de la garganta final. Luego, una vez en el otro lado, las paredes disminuyen su altura, a la vez que el arroyo corre más alegre por la inclinación del terreno. El agua va llenando, de caída en caída, marmitas rocosas y cristalinas hasta llegar a una cascada, que podría ser el preludio de esa gran orquesta fluvial hacia las concavidades de la tierra.

La Cerrada del Pintor nos empapará de sueños, de “Edenes perdidos”, donde los animales dormitan a sus anchas en las horas de calor, para después recrearse entre bosques y prados, dando vida a este bonito paisaje.

Nos vemos por las sendas de Jaén. No te pierdas… O sí.

*Estas dolomías son rocas sedimentarias compuestas de carbonato cálcico y magnesio. Se formaron como sedimentos en el fondo del mar en el Cretácico Superior, hace unos 100 millones de años. Posteriormente, hace unos 65 millones de años, se produjeron plegamientos, cabalgamientos o desplazamientos de mantos de rocas, así como fallas formando anticlinales y sinclinales, siendo estos últimos los que facilitaban el desplazamiento del agua de los arroyos a los ríos principales.