Estilo olivar

Juan José Almagro

Veinticinco años nos contemplan

Y ocurrió lo insólito: se nos convocó a los colaboradores para rendirnos homenaje

 Veinticinco años nos contemplan

Foto: RAMÓN GUIRADO

Juan José Almagro.

Una efemérides -algo más que un aniversario- se puede celebrar de muchas formas. Lo más normal es sacar pecho, hincharse de orgullo (legitimo o no) y presumir, demasiado en algunas ocasiones. Otras veces, a propósito, los aniversarios pasan desapercibidos o no se celebran porque lo mejor es que nadie se entere, sobre todo cuando se alcanza una edad provecta. Pero las efemérides importantes (25, 50 años de vida) de empresas/instituciones deberían recordarse y conmemorarse como acontecimientos notables, no como un aniversario más. Por eso conviene pararse y reflexionar.

De eso se trataba. Multimedia Giennense, que cumple en estos días veinticinco felices años, llenos de trabajo, de esfuerzo y de honestidad, dio carta de naturaleza al adagio latino “non quo sed quomodo” que nos avisa de la importancia de la forma de proceder, de cómo se hacen las cosas, de cómo se profundiza en las entrañas de un medio, un grupo de comunicación local/regional que si no existiera desde hace cinco lustros, habría que crearlo. Y ocurrió lo insólito: se nos convocó a los colaboradores para rendirnos homenaje y, de paso, aprender con la palabra, la experiencia y la sabiduría de Soledad Gallego-Díaz, periodista y exdirectora de “El País”, de Antón Losada, profesor, periodista y comentarista político, y del magistrado Miguel Pasquau, en un foro que manejó con su inteligente eficacia Manuel Expósito, director de Multimedia. Una hermosa experiencia de dos horas que contó con la asistencia de algunos políticos y empresarios, y especialmente de los protagonistas, los colaboradores de Multimedia con la presencia balsámica y siempre especial de Alejandro Mas, CEO de Multimedia, el ‘alma mater’ de este complejo entramado que ocupa a casi cincuenta personas. Un éxito que rozó la excelencia.

El fácil acceso a las redes “fecales” hace creer a los ciudadanos que están bien informados, despreciando y relegando los canales de comunicación tradicionales. La inmediatez que permiten las redes transmite información sin contrastar, sin elaborar y sin asumir responsabilidad alguna. Las redes sociales no son periodismo, y hay que denunciarlo alto y claro, aunque los medios las utilicen para difundir noticias exclusivas o urgentes; pero siempre verificadas. Lo que debemos rechazar es el mal uso de las redes, que se utilicen para difundir bulos, informaciones falsas o tergiversadas que, en general, responden a intereses espurios o al simple jugueteo que permite a millones de usuarios sentirse informadores o, sin más, insultar.



Frente a las presiones de los poderes fácticos y de los políticos sin escrúpulos , frente a los intentos de frenar investigaciones periodísticas o de las campañas orquestadas a través de las redes sociales buscando el desprestigio, se impone el periodismo con mayúsculas, la información veraz, comprendida, contrastada y, en estos tiempos, contextualizada; rigurosa y ajustada a los códigos deontológicos, refractaria a los bulos y a la posverdad que circulan por las redes sociales y que, está claro, en su mayor parte responden a estrategias premeditadas. La desinformación se ha convertido en uno de los males con los que se enfrenta el periodismo en estos tiempos de convulsión política en los que la polarización amenaza con desestabilizar las instituciones y socavar la democracia. Trump, por ejemplo, no ceja en el empeño, y hay “trumpitos/as” en España, que se nos olvide.

Los medios (también los locales/regionales) deben tener una mirada crítica -como nos enseñó Montaigne- con lo que está pasando a su alrededor, ser incisivos con los gobernantes y disciplinados con la información que se ofrece. Es decir, conocida la información, comprender lo que pasa y por qué pasa, verificarla y saber contarlo. Los medios, el cuarto poder, son los intermediarios entre los hechos y el ciudadano, y deben buscar su complicidad y recuperar su confianza. Solo fortaleciendo la independencia y el control crítico de los poderes con una información fiable que permita forjar la opinión de los ciudadanos se recuperará la confianza. A los más jóvenes se lo debemos.

En su último libro, “La tonalidad del pensamiento”, el filósofo coreano/alemán Byung Chul Han, tan de moda, dice: “la fiesta interrumpe el trabajo. El trabajo desconecta y aísla a las personas. Hoy estamos aquí reunidos para celebrar juntos un aniversario. La fiesta crea comunidad. Estamos juntos, ¿no es cierto? La fiesta reúne y une a las personas”. Y eso es lo que, al final, santa palabra la del coreano, hicimos: disfrutar.