La bisagra

Raúl Beltrán

La tierra de la insignificancia

La historia moderna y contemporánea de Jaén bien podría definirse a través de los títulos de las novelas de Milan Kundera: “La broma”, “La insoportable...

 La tierra de la insignificancia

Foto: EXTRA JAÉN

Inauguración de un curso de la UJA.

La historia moderna y contemporánea de Jaén bien podría definirse a través de los títulos de las novelas de Milan Kundera: “La broma”, “La insoportable levedad del ser”, “El libro de la risa y el olvido”, “El libro de los amores ridículos”, “La vida está en otra parte”, “La lentitud”, “La ignorancia” o “La fiesta de la insignificancia”. Difícilmente el escritor y ensayista checo, que se vio obligado a huir intelectual y políticamente de su patria para echarse a los brazos de su amante franca, porque, por mucho que se empeñen los praguenses, París siempre fue más primaveral que la ciudad de las cien torres, podía imaginar que su obra pudiera dar sentido al sinsentido que arrasa esta tierra de malos vasallos y voluntariosos pero insignificantes señores.

Desde hace tiempo camino por el filo de la dicotomía jiennense que se asoma a los balcones a aplaudir durante meses en la pandemia por sus sanitarios y que carga autobuses y furgonetas llenas de productos para recorrerse miles de kilómetros hasta la frontera de Ucrania, mientras permanece impertérrita ante un tranvía parado que va a cumplir once años o un Museo Íbero vacío que visitan los escolares y los políticos cada dos meses a inaugurar exposiciones que nadie ve.

Somos la tierra de la insignificancia. Y lo somos porque somos insignificantes y nos sentimos insignificantes. Vivimos más preocupados por poder aparcar el coche en el centro cuando vamos de cervecitas, que por procurar un futuro a nuestros hijos, que serán tan insignificantes y ridículos como nosotros y que, el día de mañana, ni siquiera tendrán un sitio donde aparcar para tomar sus cañas domingueras. El discurso del presidente de la CEJ, Bartolomé González, de esta semana, en el que pedía acabar con el tiempo de las promesas para pasar a la acción, en el que clamaba al cielo por una política apegada al terruño (ahora que lo gallego parece ponerse de moda otra vez) y alejada del tacticismo político, no cojeaba de exceso de llanto y olvido, sino que reivindicaba también un papel activo e independiente de la sociedad jiennense y de sus empresarios, de todos, sobre todos de los pequeños y autónomos, legión económica que riega esta tierra y que abraza los postulados fascistoides de los nuevos señoritos en busca de un admirador, un siervo, un esclavo y un amigo.



Ahora a todos se nos remueven las entrañas (tal vez solo sea una ilusión) con el difícil futuro al que se enfrenta la Universidad de Jaén ante la nueva ley de financiación, todos (los de siempre, los que no buscan aparcamiento en el centro, que son mayoría, claro) somos UJA y todos nos echaremos a la calle para protestar por un modelo capcioso que aboca a nuestra Institución académica a la insignificancia.

La comunidad universitaria colapsa y mira al pueblo pidiendo ayuda, exigiendo que alce la voz y no se mantenga pasiva ante el agravio. Y el pueblo, el que fleta autobuses a Ucrania responderá, sin duda, y nosotros los medios también lo haremos, ya lo hacemos, siempre lo hemos hecho. Pero cuando todo este tsunami pase, se consiga o no revertir el elitista plan para financiar las universidades, cuando los señoritos que ahora hablan desde su atrofiada, patriótica y ridícula, por no decir estúpida, masa gris que una única universidad, grande y libre, sería mejor para Andalucía, la haría más competitiva con el resto de universidades andaluzas, cuando esos zombis intelectuales vuelvan a su casa para mandar a sus hijos a estudiar fuera, mientras los vástagos de la insignificancia se afanan para ser fontaneros y electricistas engrilletados con la bandera de España en sus muñecas; entonces, señores de la Universidad, catedráticos, profesores ilustres, será su turno.

Porque tal y como ahora reclaman el apoyo unánime de toda la sociedad, les recuerdo su falta de compromiso, salvo honrosas y comprometidas voces, con algunos de los problemas de esta ciudad y esta provincia; les recuerdo su silencio ante el tranvía de Jaén, ante el Museo Íbero, ante las infraestructuras que vertebran Jaén, ante ese entorno socioeconómico que ahora nos va a lastrar frente a otras universidades a la hora de recibir financiación.

Cuando todo pase, cuando todos salgamos a una para exigir una vez más lo que es justo para nuestra tierra, abandonen su laureada endogamia y remánguense como los demás para denunciar, con nombre y apellidos, y dando la cara, el saqueo continuo que sufre Jaén y que ustedes han tratado de forma condescendiente durante tantos años.
No engrosen más esta tierra de insignificancias.