Vuelve el curso político, y con él, los mantras ideológicos exiguos y vacíos. Ahora toca de nuevo la ocupación, mañana serán otra vez los inmigrantes que roban el empleo de los patriotas que prefieren las banderas a las macetas en sus balcones, y en un eterno retorno, mientras ordenamos las fotos estivales del paseo playero o montañés y dejamos para las próximas vacaciones la promesa veraniega de limpiar armarios, pintar los muebles y dejar de fumar, abrazamos estas consignas sin echar mano a las gafas de cerca, que para esto del sentido común nunca encontramos.
Vosotros, okupas de la verdad, que hacéis de la anécdota dramática del problema de la vivienda una acto de fe, mintiendo, esquivando los datos reales y testimoniales de ocupación en este país, que construís un discurso de odio y de alarma social por un puñado de votos, como rateros de la ética, mendigos de las voluntades adocenadas que desayunan miseria digital; malaventurados seáis. Para vosotros, siempre será 18 de julio.
Al otro lado, los okupas de la moral, siguen instrumentalizando la tragedia y dan sermones desde su púlpito progresista, otra falacia que sesga la realidad y que además practica la censura sin el más mínimo pudor, pequeños dioses ateos encopetados, prescriptores de otra moral marchita de rosas muertas y vino picado. Para ellos siempre será primavera del 68.
Mientras tanto, entre listos y cuñados, entre tontos y profetas, la política sigue siendo la mayor herramienta que tenemos para cambiar nuestro entorno desde una conciencia social comprometida con nuestra realidad. Y no se trata solo de ir a votar cada cuatro años, sino de ejercer la voluntad firme de manifestar qué queremos para nuestra tierra, sin seguidismo y sin convertirnos en mesías y visionarios que inventaron el fuego. En la vida no siempre lo mejor es lo bueno y en política no siempre lo bueno es lo mejor, porque pisamos en el terreno de las percepciones, que pueden ser tan reales como el juanete del pie, por eso reptan cual meandro argumental la ocupación y la inmigración, siempre de la mano de la delincuencia.
Y por último, queridos okupas del desdén, no dudéis que aquel otro mantra que crece como la espuma de un cocido rebosante de pringá, es que a la gente no le interesa nada que lo tenga que ver con la política. Pues no es así. La gente, simplemente, no quiere esforzarse en entender qué hay más allá de mensajes complejos. Quieren feria, fútbol, música y mensajes sencillos que repetir. (Grite ahora su preferido).
Es tan solo una cuestión de estupidez social.