Regocijaos jienenses y comensales de la provincia, de toda Andalucía, fervientes amantes y devotos de la alta cocina de exquisitos paladares y pobres bolsillos. Que el escrupulillo de las campanas de San Ildefonso y de la Catedral de Baeza no cesen en el repique festivo y gastronómico para alabar la gastronomía jiennense.
Jaén ya cuenta con cinco estrellas Michelin que brillan en el firmamento culinario de nuestro país. Cinco, que se dice pronto, el número del movimiento, la libertad, la aventura, la evolución y la curiosidad. El cinco es inteligente, ocurrente, brillante, atrevido, emprendedor, aventurero y versátil, el número del quinto arcángel del sello del Apocalipsis, Raguel, el conseguidor de la justicia y la armonía.
¿Quién nos iba a decir que Jaén se armonizaría gracias a la gastronomía? Alabado sea el aceite de oliva, puerta de la excelencia culinaria y la pujanza de los aceituneros altivos.
Las cazuelas y los fogones han hecho justicia con esta tierra acostumbrada al desdén y la miseria.
Regocijaos porque los tiempos de bonanza caen como maná sobre nuestras santas barrigas hambrientas de alegría.
Lancemos bienaventuranzas porque Jaén está en el olimpo de la cocina española y olvidemos la indiferencia, la descortesía y el menosprecio de los proyectos eternos y de los cantos de sirena. Jaén es el paraíso de la gastronomía andaluza y ni mil tranvías parados, ni mil justas y sanas ciudades, ni mil autovías, ni mil vagones surcando la tierra del buen yantar podrán quitarnos la felicidad y la excelencia a la hora del almuerzo.
Regocijaos jiennenses y comensales de la provincia, de toda Andalucía y no olvidéis que Dios le da pan a quien no tiene dientes.