Aventuro una predicción que a menos que se tomen medidas drásticas tiene papeletas para hacerse realidad. Todas las ciudades van camino de convertirse en parques temáticos .Las grandes urbes culturales de todos los tiempos lo son desde hace años: Florencia, Atenas, Roma… pero ahora el proceso se ha extendido y ramificado cual sistema circulatorio con sus capilares a bastantes capitales de provincia y pueblos de enjundia. El turista medio sale del barrio periférico o del pueblo dormitorio de Mallorca en que reside y puede pasarse unos días en un piso turístico en el centro de Málaga, Sevilla o Granada y viceversa dándose la paradoja de que alimenta una situación de la que saca más perjuicios que beneficios: la expulsión de la población autóctona de los centros de todas las ciudades incluida la suya. El problema es complejo aunque la clave de bóveda es una economía que depende del turismo. Tras la pandemia se produjo un cambio hacia una mentalidad vitalista, algo nada nuevo en la Historia y ahí está el hedonismo de los personajes del “Decamerón” ante la peste que asoló Florencia o los denominados “Felices años 20” de entreguerras, irónico y siniestro prólogo a la mayor matanza desde que el “homo” es “sapiens”. A este “Carpe Diem 2.0” ayudaron los ahorros que muchas familias atesoraron durante la época de restricciones. Como quien revienta una presa que ha estado aguantado la presión el capital manó de forma violenta, avasalladora, caudalosa e inagotable al turismo en todos sus aspectos. Conclusión de primero de economía: subida de precios. Como los turistas (muchos de ellos extranjeros) siguen llenando los hoteles los precios no bajan. Es entonces cuando la gente de capital más modesto o que van con familia optan por un piso turístico y aquí viene la segunda lección económica de la semana: en las épocas de hambrunas cuando la familia no se podía permitir pan blanco (pan de trigo) compraban el pan negro (de centeno) más barato. Esta demanda creciente producía un aumento del precio del centeno y del sucedáneo en general. Lo mismo sucede con los pisos turísticos, la subida de la demanda ante la imposibilidad económica de pernoctar en los lugares tradicionales ha aumentado artificialmente los precios y con ellos los beneficios. El corolario es que muchos propietarios sacan sus pisos del mercado de alquiler y venta para hacer de ellos viviendas turísticas y de tal modo contribuyen a la burbuja turística, limitan la oferta de alquiler para los de allí y con ello además encarecen los arrendamientos y apuestan por un modelo de ciudad cuyo centro se ha arrebatado a sus habitantes. Como este país depende el turismo y muy en especial del empleo que necesita ante unos índices de paro (sobre todo el juvenil) que aún descendentes siguen por encima de la media europea y a que las competencias del tema están cedidas a autonomías y municipios cualquier medida a atajar el problema es visto como tirar piedras sobre el propio tejado cuando la inactividad más bien lo que hace es alimentar el tumor. Lo peor es que muchos de estos “nuevos magnates” de provincias terminarán echando de menos esa ciudad de todos convertida ahora en un caos de terrazas, restaurantes, cafeterías, burgers, kebab, alterne… sin saber que han contribuido a ello. Fue sin querer.
Carlos Oya
La chapaSin querer
El problema es complejo aunque la clave de bóveda es una economía que depende del turismo