La tirilla

Santiago Donaire

La fiesta nacional

Entre las hojas de los olmos y sóforas de la Alameda, que aún ocultan su pronta despedida, se colaron los acordes del pasodoble España Cañí, ¡Cómo me...

Entre las hojas de los olmos y sóforas de la Alameda, que aún ocultan su pronta despedida, se colaron los acordes del pasodoble España Cañí, ¡Cómo me emocionan los pasodobles!, los mamé en las verbenas del pueblo, cuando no me atrevía a pedirle a la niña de largas coletas y falda blanca plisada, que bailara conmigo, nunca fui capaz. Que jodida es la memoria que desdibuja los contornos, añade y sustrae, a saber cuánto hay de verdad entre lo que viví y lo que hoy recuerdo. Que rápido pierdo el hilo, estaba disfrutando la música, mientras llenaba los pulmones del aire dulzón de Octubre ante la vista imponente de nuestra sierra, precedida por el Zumbel y Las Peñas de Castro, sin duda un momento sublime. Pues en ello estaba cuando se colaron varios Olee. Olee... Provenientes del mismo lugar que el pasodoble: la plaza de toros.

Lo confieso soy contrario a los toros y entiendo algo de toros, durante años asistí a bastantes corridas, quiero pensar que llevado por la costumbre, por la inercia de la educación, la misma que me hacía ir a misa o quedarme sentado en la mesa con el resto de los varones mientras las mujeres no paraban, tal que si lo llevaran dentro como un pecado original.

Las costumbres o la llamada tradición muchas veces no son más que escusas para perpetuar barbaries e injusticias que se refutan con una mínima pensada, sucumben ante la razón que nos hace ver que no están a la altura de la ética. Así en este país se rompió con la tradición de quemar herejes en la plaza pública, la de ejecutar a garrote ante toda la ciudad, la de la esclavitud, la de la educación a palos. La de lanzar cabras o pavos desde los campanarios, colgarse de los pescuezos de los gansos, lancear reses… Todas esas tradiciones las hemos ido eliminando a base de leyes, cultura y valores humanos. ¿No habrá una ley para prohibir esa última tortura? Por la que además pagamos.



Hoy la tauromaquia no se sostenerla sin las ayudas públicas, incluyo a todas las administraciones. La administración debería ir por delante, con la evolución, pero en este caso van de reata de la gente que dejó de ir a los toros, por mucho que los subvencionen cada vez somos más los que solo vemos tortura y nada de arte. Cuando las tradiciones no se corresponden con los valores y la sensibilidad ética de la sociedad, pierden su razón de ser y deben ser abandonadas. Es lo que sucede con la tortura de los toros en la llamada fiesta nacional. Y prueba de ello las plazas están cada vez más vacías y las encuestas de población con mayoría creciente de quienes desean que acaben las corridas.

Sin duda, mi pasodoble preferido es Suspiros de España.

Salud.