Alguien dijo o escribió en algún sitio que Joaquín Sabina ya lo había dicho todo sobre todo, o, de otro modo, que si buscabas un verso sobre la ciudad que habitamos, sobre el amor que encontramos y perdemos, sobre la noche negra o gozosa, sobre el olvido y las promesas, sobre la embriaguez o la duda, o la huida y el encuentro, algo sobre el deseo, la soledad o la nostalgia y el paso del tiempo, sobre la memoria, los vencidos, los olvidados, las madres de mayo, la posguerra, el color gris o tu vestido, sobre ti mismo, pues en Joaquín ya estaba eso justamente dicho, escrito o cantado. O sea que en las letras de sus canciones y en los versos de sus poemas nos encontramos a nosotros mismos, también a nosotras mismas, y leemos sobre nuestras vidas vividas y soñadas, que tanto monta, monta tanto, aquello que nosotros no hemos sabido decirnos o explicarnos, o al menos no como él nos lo cuenta. Y tal vez sea esta la razón por la que tantos lo admiramos. Es verdad que además ha compuesto solo o en compañía algunas de las melodías más hermosas de la canción española. Cuando algunas bandas han interpretado sus canciones desposeídas de sus letras (la Agrupación Musical de Úbeda lo ha hecho con acierto como también otras en países latinos) se pueden apreciar sus valores meramente musicales. Contienen en su interior armonías de una gran belleza que solo en la interpretación instrumental afloran esplendorosas. Pero si esto es cierto creo que es el texto de sus canciones lo que tantos cautivos se ha tomado a lo largo y ancho del mundo de habla hispana.
Joaquín ha creado un cancionero sentimental alrededor de un mundo que es el que nos ha tocado vivir pero que será también el que vivan otros, las generaciones próximas. Un cancionero útil y de caducidad improbable. O acaso ¿está cerca que tu cuello deje de ser una rama para colgarse, no es una meta ideal aprender a vivir Sobre la línea divisoria/Que va del tedio a la pasión?
Profesores que han estudiado campos temáticos tratados en sus canciones afirman que son las coplas primitivas que en manos de juglares o de ciegos pregoneros y cuentacuentos se cantaban en palacios y calles y perduraron hasta nuestros días frente a otras que pasaron, por desidia o por pereza, a decir más bien poco sobre lo que acontecía y acontece, preocupaba y preocupa, y mucho, en cambio, sobre banales deseos. Y se olvidaron.
Pero Joaquín no solo ha escrito historias de carne y hueso sino que por razones de su actitud crítica ha establecido un amplio ideario que en la mayoría de los casos navega a contracorriente del pensamiento establecido y rutinario tan instalado en estos tiempos. Son canciones cercanas a lo que podríamos llamar manifiestos. Canciones en las que se reivindican, por ejemplo, derechos aun no declarados: que el más triste de los presos tenga derecho a sábanas de seda; propuestas que asentimos muchas veces entre sonrisas cómplices (Ahora que las floristas me saludan,/Ahora que me doctoro en lencería), aspiraciones utópicas que llamaré de andar por casa (Se trata sólo de poder dormir/ sin discutir con la almohada/ dónde está el bien, dónde está el mal) , que son más accesibles que aquellas que pretenden cambiar el mundo, escasamente probables y posibles más allá del carácter utópico y soñador en el que se enmarcan: Habrá un día en que todos al levantar la vista/… del admirado y nunca olvidado Labordeta.
Son muchas las canciones de Sabina que podríamos encuadrar en el capítulo de canciones-manifiesto. Aves de paso, Manual para héroes o canallas, Hay mujeres, Esta boca es mía, Mas de cien mentiras, Ahora que, Benditos malditos, o Como un dolor de muelas, entre otras, son canciones que se podrían pasar a la firma de adhesión y reunirían pronto miles de firmas porque a nosotros nos pasa eso que canta: a mí también me ocurrió, porque estoy de acuerdo firmo.
Como ejemplo de este tipo de canciones-manifiesto, y por concretar en una de ellas, en la canción Y jugar por jugar, podemos leer un conjunto de aspiraciones y propósitos que nos interpelan como sujetos individuales, casi siempre, pero también como conjunto social. Abundan el uso de afirmaciones, advertencias y reivindicaciones tan propias de lo que se entiende por manifiesto. Toda la canción, desde el principio hasta el final, expresa con rotundidad afirmaciones, aspiraciones y deseos propios de este tipo de elaboraciones a veces idealistas, siempre necesarios.
La vida no es un bloc cuadriculado es un manifiesto que firmaríamos todos.
Qué ganas de un cursillo acelerado de besos de tornillo armaría colas kilométricas de los deseosos y deseosas de aprenderlo.
Quitarle al dios de los cristianos su corona de espinas, el desafío piadoso que nadie debería impedir.
Dar serenatas en los cementerios muriéndose de risa, un modo de acercarse a la muerte burlándose de ella.
Que el más triste de los presos tenga derecho a sábanas de seda debería incluirse en el inventario de nuestros derechos (por si acaso).
Que no pase de largo por tu puerta el hombre de tus sueños, la reivindicación exacta del ahora frente a la estéril espera del después.
Hilvanar con jirones de banderas braguitas rojigualdas es dibujar el mejor territorio para cualquier patria, incluida la nuestra, con el posible desdén de algunos exacerbados apátridas que, ahora sí, saldrían perdiendo.
Y fusilar al rey de los poetas con balas de juguete, al tiempo que coherente con el territorio patrio señalado, una manera solemne de reírse de sí mismo, Joaquín de Sabina exactamente.
La canción en cuestión tiene el aire del vals, por lo que los deseos y consignas que ya habremos firmado, eso espero, deberán bailarse a ese ritmo ternario que combina solemnes pasos con miradas que se miran, y giros pausados pero constantes, con algún aire de languidez medida.
Sabina, que está en todo como decíamos al principio, afirma a lo largo de toda la canción repleta, como hemos visto, de aspiraciones, deseos y sabios consejos, que puestos a unir esos anhelos, en lo poético, con la canción cantada, en lo musical, no conviene olvidar que todo ello debe ser puro gozo y alegría, pero con maneras mas atinadas, a la altura de su poética: que bailar es soñar con los pies.
Juan José Gordillo García
Mis amoresMis amores (uno)
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